Parapeto
Por: Julio Bahamon Vanegas
La semana anterior el ingeniero Marcos Silva escribió un artículo en su columna habitual, en la que pone por el piso la política económica del libre mercado y lo sataniza hasta el punto de decir que esa política global es sinónimo de pobreza y subdesarrollo.
Nada más alejado de la realidad en los mercados en el mundo. Hoy el mal llamado proteccionismo es una situación retrograda para el desarrollo de cualquier nación. Una política económica a favor de proteger todo aquello que produce un país, frente a lo que producen otros países que le hacen competencia retrocedería el desarrollo de la nación y la llevaría a utilizar los derechos de aduana y otras restricciones a las importaciones. Frenaría en seco la industrialización y su desarrollo económico. Con una política así, el proteccionismo abriría las puertas al contrabando y al lavado de dineros ilícitos.
Basta mirar como el país más grande del orbe, dio en esa materia un giro de 180 grados. La China comunista finalmente entendió el mensaje del planeta y desde hace ya algún tiempo acogió un modelo económico expansionista con tinte imperialista, caracterizado principalmente por tres estrategias: Diplomacia, tamaño poblacional y crecimiento económico. Es el país más globalizado de la tierra. Su vecino, la Rusia de Putin, tomó la decisión de ingresar a la OMC, siglas de la Organización Mundial de Comercio, desde hace 10 años, el 22 de agosto de 2.012.
Recordemos que Rusia colapsó en la década de 1.990 a tal punto que, en los realitys de la TV se conoció un Talk – Show que presentaba el periodista ruso Vladimir Pozner con un título elocuente: ¿Necesitamos el capitalismo? Hoy esa nación opera en 11 acuerdos de libre comercio con igual número de países con los que obtiene ventajas, o las otorga. Los mantiene vigentes con Shanghai, con la Unión Económica Euroasiática, con la Comunidad Andina, con la Comunidad de Estados Independientes, con África – Brics, mercado con la Cooperación Económica del Mar Negro, ASEAN, con el Consejo de Estados del Mar Báltico, entre otros.
Lo contrario, es decir, la miseria, la pobreza, la corrupción, la podemos ver reflejada en países comunistas como Cuba, o en Corea del Norte, en Irán, en Nicaragua, en Venezuela, de manera increíble lo podremos ver pronto en Chile, y la podríamos tener en Colombia, si el próximo gobierno no entiende la situación, y les hace caso a las aves de mal agüero, como a mi colega Marcos Silva, quien con ese criterio arcaico propone regresar a un modelo económico restrictivo, gendarme y policivo.
Debemos que entender que la globalización en temas de libre comercio tiene grandes ventajas en el campo económico, político y social. Esto ha hecho que los países que suscriben TLC mantengan una mayor interdependencia entre sí, lo que les ha permitido flexibilizar sus relaciones.
Hay varios renglones que podríamos tomar como ejemplo en Colombia: Uno es el cultivo y comercialización de las flores con los EE. UU. y otros países de la región y de Europa. Sin la firma de los Tratados de Libre Comercio es claro, que muy poco hubieran avanzado las exportaciones de rosas, de claveles, astromelias, etc; Ocurre lo mismo con la producción e industrialización de los cultivos de tilapia; los productores de esta proteína están exportando sus filetes a muchos países firmantes de diversos Tratados de Libre Comercio, y a cambio, Colombia recibe millones de divisas que ingresan a nuestra economía y la fortalecen, sin duda. ¿Qué decir de la venta de café, carne en canal, y de la exportación de frutas?
La política económica de libre mercado y la defensa de la propiedad privada constituyen dos de las líneas rojas sobre las cuales no transigiremos jamás.
Uds. se han preguntado alguna vez: ¿Qué y cómo eran los puertos marítimos y fluviales de este país antes de los 90? ¿Les han contado a los muchachos lo que eran? Pues, para resumir el tema, los viejos Puertos de Colombia los gerenció un amigo de Ernesto Samper, el esposo de la exparlamentaria Samperista Martha Catalina Daniels, q.e.p.d, y antes de que el país se diera cuenta, se los robó. Fueron verdaderas venas rotas del presupuesto nacional, y cloacas de rateros, al igual que los terminales aéreos. Pero hoy gracias a la competencia, al libre comercio, y al sector privado, son empresas de reconocido prestigio a nivel mundial, lo que nos ha dado el chance de asomarnos con dignidad al mundo global.