Deshojando margaritas
Por Margarita Suárez
Trabajando en el libro que planeo publicar, les comparto algunos apuntes. Jorge Mario Eastman Vélez, exministro de Trabajo y de Gobierno, recientemente fallecido, dirigía la revista “Consigna” y me pidió entrevistar a Gloria Zea, por entonces directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Gloria conoció a su exesposo, Fernando Botero, cuando le dictaba clases de pintura en la Universidad de Los Andes. Se casaron y se trasladaron a vivir a Méjico, allí nació su primer hijo, Fernando. Dos años después regresaron a Colombia, donde vinieron al mundo Lina y Juan Carlos. Se divorciaron en 1960. De Gloria Zea impactaba su interés por la cultura y su elegancia en el vestir. Posteriormente conocí detalles de su vida a través de su amiga Elvira Mendoza, maestra del periodismo y del diseño gráfico. Ambas gozaban la vida como quinceañeras. Solían enamorarse de amores prohibidos. Invertían un dineral en vestuario y accesorios de marca. Se divertían intercambiando pertenencias. En las jornadas gastronómicas que hacíamos cuando Elvira dirigía “Cromos”, donde yo laboraba como periodista, nos relataba episodios de Gloria Zea que parecían de telenovela. Posteriormente, su hermano Plinio Apuleyo Mendoza, en el libro “Cinco días en la Isla”, corroboró esas historias usando nombres ficticios. La publicación acabó con la amistad de las dos familias. Recién regresó Elvira a Colombia después de vivir en Méjico donde dirigía la revista “Activa”, se mostró acongojada porque Gloria y su familia la desterraron a ella y a sus hermanas de su círculo social. Elvira alegaba a su favor que conoció la obra de Plinio después de publicada. Los relatos fueron “comidilla” en los cocteles. Plinio describía su romance con Gloria, iniciado en París, utilizando nombres ficticios. Los Mendoza sabían el secreto de la madre de Gloria Zea, Carlota Soto, quien era propietaria de un burdel en Bogotá, donde ejercía la profesión más antigua del mundo. Hasta ese momento, a nadie le habían revelado que Gloria era fruto del romance de Carlota con Germán Zea Hernández. La señora del político, la matrona Beatriz Gutiérrez Muñoz, para proteger a Gloria, aceptó criarla y que su esposo le diera el apellido paterno. Así la libraron de una vida de prostitución.