Diario del Huila

El arte de poner de acuerdo a la Izquierda

Ago 8, 2022

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Por: Gerardo García

Se dice popularmente “Solo quien ha sido madre sabe lo que es tener un hijo cabezón”. Suele ocurrirnos a muchos seres humanos cuando somos solícitos a la hora criticar a quien está al frente de la toma de decisiones, del ejercicio del poder; más cuando se nos da la oportunidad o la necesidad de fungir en la misma condición o cargo, nos damos cuenta que, el tigre no es como lo pintan. La izquierda tiene desde ayer siete de agosto, la oportunidad histórica que ya el Pacto Histórico buscaba con vehemencia, mediante un discurso que ha llenado de esperanza a la mitad de los colombianos, y a la otra mitad, de una gran expectativa, misma que ha logrado trascender levemente desde el estadio de aprehensión e incertidumbre que en la justa de las elecciones se sentía al imaginar un régimen en Colombia, por el estilo de los sonados casos latinoamericanos en donde la prédica socialista o comunista, ha traído notorias frustraciones a la sociedad.  

El tema es que, el gobierno de Gustavo Petro ya vive en carne propia lo difícil que es mantener contento a todo el mundo, y especialmente a los líderes hasta ahora indeclinables de su partido, como de los afectos que llegaron para coadyuvar a darle el triunfo al partido del nuevo gobierno. Se advierte por los medios de comunicaciones, redes sociales, en los corrillos políticos, en las universidades y en los barrios, cómo hay desavenencias entre los miembros del Pacto Histórico. Y la razón fundamental no es justamente la diferencia de ideologías sino la participación con cuotas políticas en el aparato de gobierno. Roy Barreras, autorizado por Petro, es una clara razón de disenso entre los prosélitos petristas que observaron cómo el importante cargo no fue para uno de sus reconocidos dirigentes.  A esto se suma y se sumarán las muchas designaciones de personas en altos cargos directivos a nivel nacional, desde los cuales circularán las grandes decisiones económicas, sociales, culturales, etc., y en los cuales ya están y estarán cuotas de los partidos tradicionales. Una situación que, a mi entender, es lógico que se de en tanto que el presidente Petro ha manifestado la necesidad de dialogar con todos y por cuanto la Casa de Nariño lo ha recibido en un palco desde el que observa a un país dividido, aunque con una tensa calma engendrada desde la entrega al gobierno por parte de los partidos tradicionales en las mayorías del senado, ansiosos de cuotas y grandes oportunidades para la colectividad a la que pertenecen.

Por eso es sano que los seguidores del Pacto Histórico le permitan a su líder máximo, el presidente, tiempo para actuar bajo el esquema de participación e inclusión que ya echó a andar. No se deben desmoralizar ni ambientar malas atmosferas en sus ámbitos sociales en los que interactúan. Hay que reconocer que el país que recibe Petro es así, lleno de miles y miles de colombianos que aún siguen esperando las dádivas de gobernantes y políticos, también de contratistas prestos a pagar la coima por la anhelada negociación, de cordones de miseria que siguen esperando una teja de zinc, un tamal o un bulto de cemento. El país que recibe Petro es un país con una sociedad enferma de malas mañas, esas que afean los valores éticos y morales y hacen a enormes masas de ciudadanos proclives a la negatividad, la censura injustificada y la conducta torcida. Pero hay que tener fe en el arte del presidente y de sus más inmediatos seguidores de partido y de gobierno, para mantener de acuerdo a sus seguidores de izquierda y al tiempo a los contradictores que por ahora están sedados en su belicosidad opositora partidista, por las pinceladas llenas de promesa económica, que ha puesto el presidente sobre el bastidor de intereses de expresidentes, gamonales políticos, grupos empresariales, sindicales, etc.

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