Por: José Eustacio Rivera Montes
Partiendo de la actualidad de la política, podemos decir que Bogotá no fue la más humana, que Antioquia no es la más educada, que el país no es mejor Vargas Lleras y que no tuvimos por 8 años un corazón grande, grandes avances en cada una de sus gerencias públicas, hoy bajo los mismos esquemas, propuestas y lemas electorales, comenzar una campaña no es más que el dibujo de un futuro incierto sobre el que no se posee ningún control o al menos muy poco control. Todos mentimos, unos más que otros, otros las justifican diciendo que son mentiras piadosas, pero los políticos más son líderes y muchas veces suelen hacerlo, en el perfil del buen político coincide con el del perfecto mentiroso, extrovertido, racional, estable, inteligente y con buena memoria.
Un líder introvertido causaría desconfianza, no sería cercano y si es emocional no sirve, demasiado débil para tomar decisiones, el neuroticismo puede ser terrible, como rasgo de un presidente, solo hay que ver a EE.UU.. , la inteligencia es imprescindible , no podemos pensar en un presidente torpe, alguna experiencia hubo, con catastróficos resultados y la buena memoria es una casualidad adaptiva, un presidente que se olvidara de lo que ha dejado por el camino dura poco, ya lo decía John F. Kennedy “puedes perdonar, pero nunca olvidar” decididamente la memoria es fundamental.
El líder siempre convence con expresiones faciales, con gestos, posturas de poder o sumisión según convenga, las miradas, la comunicación no verbal ofrece respuestas que hasta hoy no comprendíamos, el candidato “A” no merece credibilidad, en cambio el “B” parece sincero. ¿Por qué entonces aceptamos las mentiras de un modo tan arraigado?, muchas veces necesitamos creer, nuestra mente racional, a diferencia de otras especies es capaz de pensar en futuro, pero se tiene miedo ante lo desconocido y solo puede tranquilizarse ante los aportes emocionales de una historia bonita, que no sabemos si existirá algún día, y que está construida sobre eso, “mentiras”, estimados o ilusiones, sociales bondadosas necesarias, pero finalmente solo esperanzas, o solo eso, mentiras.
Muchos han dicho a lo largo de las campañas, que bajaran los impuestos y nunca lo hicieron, hoy todos vuelven a decir lo mismo, muy seguramente pasara lo mismo. La información que recibe la ciudadanía en un proceso político es enorme, el celebro humano es vago, trabaja con atajos mentales, el primero es la proximidad ideológica, pero el segundo es el mensaje no verbal, hasta la expresión facial de los periodistas influye de modo determinante. Es tan simple que los más competentes poseen caras redondas, la distancia entre cejas y los ojos es menor a la media, los pómulos son más altos y la mandíbula es más angular. Así la vieja cuestión sobre si votamos con razón o la emoción parece resuelta, los expertos apuntan a la lectura que realizamos sobre expresión de sus emociones, por tanto, si se entrenan buenos actores, garantizamos buenos candidatos, en cierto modo sí, pero también en este mundo asumimos sesgos importantes. Finalmente nos guste o no, tendremos mentiras electorales, uno con más que otros, somos malos detectándolas, la profesión del analista de comportamiento está en la puerta y se ha convertido en imprescindible para nuestros candidatos.