Por: Alfonso Albarracín
A solo 27 días para la realización de la primera vuelta a las elecciones presidenciales, Gustavo Petro se consolida líder en la reciente encuesta realizada por el Centro Nacional de Consultoría y que fue publicada el día anterior en los diferentes medios de comunicación del país. Pero no alcanzaría a ganar en primera vuelta, porque le pisa los pasos el Candidato Fico Gutiérrez, quien le puede aguar la fiesta a los militantes del Pacto Histórico. Todavía no hay nada definido. Inclusive Rodolfo Hernández les puede dar una sorpresa. No hay que sacarlo del radar político.
Se han arreciado la guerra de las encuestas, donde se busca a toda costa posicionar a determinado candidato. La sociedad colombiana está hastiada de los hechos de corrupción, violencia partidista, conflicto armado, impunidad de la justicia, hechos que rechazan tajantemente por la laxitud como se han juzgado dichos esperpentos jurídicos. No hay razón que quieran desviar la atención de la opinión pública como si se quisiera que estos estilos de hacer política se perpetuaran y que se condene a los electores a soportar en el largo plazo a ser cómplice de estos hechos delictivos. La mejor encuesta se realizará el día de las elecciones.
Aunque las encuestas toman la temperatura del momento previo a las contiendas electorales, pero también pueden ejercer una fuerte presión psicológica sobre el electorado, especialmente en los indecisos. Hay algunas que son prefabricadas, tendenciosas, producto de una campaña sucia; otras, intentan ser objetivas. ¿Cómo distinguirlas? Los electores deben tener la suficiente madurez intelectual para escoger al mejor candidato presidencial. Ya sea en campaña o durante la gestión gubernamental, las encuestas políticas deben verse con lupa. Los números y porcentajes que arrojan, antes y durante unas elecciones, requieren ponerse en contexto y analizarse profundamente. Si bien no se requiere un diploma de estadística, hay ciertos aspectos que todos debemos conocer antes de abordar este tipo de instrumentos como tema principal o como apoyo para alguna argumentación.
Durante este periodo que nos resta al día de las votaciones, vamos a ser sujetos de observar diversas encuestas realizadas por las empresas encuestadoras y otras efectuadas por otras organizaciones no autorizadas por el Consejo Nacional Electoral. Pero, debemos ser maduros democráticamente para interpretar y analizar dichos resultados; es lo más importante detrás de los datos cuantitativos que arrojan las encuestas. Es clave una adecuada selección de fuentes y expertos que den contexto a los números, que aporten los elementos para visibilizar o descartar tendencias y eventualmente predecir los resultados de una elección.
No hay que olvidar que las encuestas presentan una fotografía del momento y el lugar determinado, basado en la muestra seleccionada. Es muy importante no generalizar y evitar frases como todo el mundo, casi todo el país o la mayoría del país, cuando el universo de la muestra nunca sobre pasa de 4000 encuestados y no supera los 60 municipios del total de localidades que posee Colombia. Por eso existe una incertidumbre, en éstas.
Al constituyente primario, solo nos interesan las propuestas programáticas que plantean los candidatos. Son deficientes los debates de éstos, no se conocen las soluciones a los grandes problemas sociales, económicos, ambientales, institucionales y políticos que padece la población colombiana, que cada vez registra mayores dificultades para vivir en un ambiente caracterizado por la inseguridad, la corrupción administrativa, los bajos salarios y la destrucción de los recursos naturales, entre otros. Es necesario que el debate se centre en los temas representativos y primordiales para las regiones y el país y se alejen de la prolongación de la guerra sucia y la campaña negra que hasta el momento ha invadido la carrera a estas justas electorales. Hemos sido espectadores de ésta, que se genera por parte de algunas personas mal intencionadas, que quieren desvirtuar la realidad del diario acontecer y que los lectores se ven saturados de mensajes que tergiversan la verdadera realidad de los acontecimientos.