Infortunadamente hemos recibido tantos patrones culturales que nos han hecho mucho daño. ¿De dónde sacamos que el trabajo lo hizo Dios como castigo? Por el contrario, el libro Santo nos dice que el trabajo hace parte de la felicidad paradisíaca y que se debe ganar el pan con el sudor de la frente no con el sudor del de enfrente. ¡Qué horror! Colombia es uno de los países más ricos en recursos naturales del mundo y, sin embargo, los índices de pobreza son alarmantes. ¿Dónde está la raíz de tantos males? La ancestral pereza y la acelerada improvisación. Se nos ha enseñado a exigir, muy poco se nos ha enseñado a ofrecer. Cada día crece la cultura de la sociedad de cristal, frágil, con nada se rompe. No se les está enseñando a los hijos a superar las dificultades; en muchas familias existe un proteccionismo alarmante y nunca se deja crecer a los hijos. Hay que enseñarles también a carecer; que las cosas se luchan, no vienen por arte de magia o por generación espontánea. La cultura de la Constitución del 91 está atiborrada de derechos; los deberes, apenas se mencionan; solo el artículo 95 de la Carta habla de deberes e incluso allí, están insertados los derechos. La desidia ancestral caracteriza a muchas personas. Ordinariamente, aquellos que más critican, son quienes menos dan. Los programas asistencialistas han marcado a los gobiernos de las tres últimas décadas. ¿Resultados? Más pobreza, más cinturones de miseria en las ciudades. Japón, Corea del Sur, Singapur no salieron de la pobreza con base en rumbas y gobiernos signados por la demagogia; fue la constancia y la disciplina en el trabajo productivo el secreto para llegar a ser economías sólidas. Aquí vamos a paso de tortuga en nuestras proyecciones. El Estado está lleno de trámites para ejecutar proyectos, generando “peajes”, haciendo paquidérmica la administración pública. El centralismo atroz exige que los gobernantes locales inviertan mucho de su tiempo en antesalas antes los entes nacionales y buscando el parlamentario de turno. ¿Por qué no se atiende al alcalde o gobernador directamente?; ¿por qué tantas antesalas? Claro, para quedar debiendo “favores” a todo el mundo. La mal llamada Ley de garantías es una talanquera en la ejecución de los proyectos; por querer ser más papistas que el papa, hace inoperante la administración pública. ¿Cuándo será que un candidato hable la verdad? Infortunadamente los discursos demagógicos son los que más gustan a la gente, claro a la gente mediocre que hay en nuestro país; todos buscan, aunque sea, “comerse las migajas que caen de la mesa del rico”. Con frecuencia los candidatos se rodean de bufones que esperan mañana un mendrugo de pan y entonces, a despilfarrar los presupuestos, producto de lo que pagamos los colombianos que trabajamos de sol a sol y, el país sigue sumido en la más cruda pobreza. ¿Por qué no se estimula la productividad?; ¿por qué seguimos alimentando una cantidad de zánganos? Hagamos lo de las abejas, todas trabajan por la misma causa y, por favor, vean los resultados. No bastan los buenos deseos, de buenos deseos está lleno el infierno.