Un mes cumplieron las protestas contra el gobierno, desatando la crisis más delicada de la historia reciente de nuestro país y no se vislumbra una solución para los bloqueos, para los problemas como la pobreza y la desigualdad y la inestabilidad política que impiden el normal funcionamiento.
Esta larga ola de protestas, ha dejado al descubierto la falta de liderazgo de las dos partes que ayuden a calmar las aguas sino también para abrir una negociación que conduzca a un acuerdo real y que tenga en cuenta las demandas de los jóvenes, convertidos en motor de las movilizaciones, y devuelvan a la normalidad a un país ya afectado por la pandemia.
La situación ha llevado a Colombia a un limbo en el que por un lado, el Comité Nacional de Paro, CNP, se mantiene en su posición de que la obstrucción de vías es una forma de protesta y el Gobierno, que condiciona la apertura de una negociación al cese de los bloqueos en carreteras y ciudades.
Por el lado del CNP, surgen dudas sobre su capacidad de influencia sobre el movimiento tan heterogéneo que participa de las protestas. Las voces de los dirigentes al parecer no tienen la conducción ni el liderazgo de los actos vandálicos y violentos y desde muchos frentes se ha cuestionado la legalidad de ese Comité, pues muchos no se sienten representados.
Por otro lado, la respuesta del Gobierno nacional ha sido lenta, nada asertiva y no encuentra un mecanismo que le permita dar respuestas inmediatas. Ha faltado voluntad política para liderar la mesa de negociación, que en todo este tiempo no ha pasado de la fase de diálogo preliminar, pues no se ha encontrado un mecanismo para acompasar las diferentes visiones que existen sobre la crisis en el país.
Desde los dos frentes han faltado negociadores válidos, que no necesiten de intermediarios para tomar decisiones y puedan dar una salida rápida a la crisis social y económica que ya no aguanta más alargues.
Pero por más que queremos llenarnos de optimismo, éste no nos alcanza frente a la lentitud de los diálogos que permitan construir acuerdos y consensos, porque mientras ellos, los que tienen en sus manos el freno de la situación se decidan, el país sigue en caída y eso nos va a costar a todos. Así las cosas, nos va a salir peor el remedio que la enfermedad, porque al parecer 30 días de violencia e incertidumbre no son suficientes para las partes que se resisten a la negociación.