Desde esta columna invito a todos los actores de la política nacional y regional, como a quienes ejercen su derecho al voto y esperan vivir en un país cada da más democrático, a que sin temores aceptemos que a todos nos fue muy mal con las elecciones de consejos de juventudes, donde lo mínimo que esperábamos era una alta participación.
Para mi caso debo reconocer que, siendo un actor de la política regional, guarde completa calma y no me entrometí en este valioso proceso electoral no por lo que esos jóvenes podrán hacer desde sus competencias legales y constitucionales, que a decir verdad es muy poco, es más se parecen a unos veedores ciudadanos, para lo cual no era necesario todo este gasto público. Lo anterior no hubiese sido tan importante si no fuera porque en estas elecciones votaban los jóvenes de entre 14 y 17 años, pues los de ahí en adelante hasta los 28, ya han ejercido su voto, ya hacen parte del andamiaje burocrático, ya saben que si no están dentro de la mecánica política no tienen trabajo, ya están muchos familiarizados con las formas propias de la política tradicional que hoy queremos quitarnos de encima como un gran piano que nos aplasta sin misericordia.
En fin, perdí porque esperé ver siquiera el 55% del potencial electoral en las urnas y solo llegamos al 10%, cifra ridícula y que no se esperaba luego de tantas marchas y desilusión que dicen los jóvenes sentir.
Perdieron los partidos políticos tradicionales y las listas independientes, pues a pesar de hoy decir que fueron los primeros en votación como lista, también es cierto que es un resultado ilegitimo, es paupérrimo, pese a que muchos aportaron mucho dinero, dieron transporte, refrigerios, entre otros, y al final en el caso de Neiva listas fuertes con apenas 2.700 votos para abajo, ni siquiera lo de un concejal para la ciudad.
Perdieron los jóvenes pues lo mínimo que debieron hacer fue concurrir a estas elecciones de una forma libre y espontánea, no haber hecho sino uso de la palabra, las emociones y los argumentos, pues este era y será el único momento en la historia de Colombia donde habríamos encontrado un punto cero, y el inicio de unos nuevos procesos políticos y nuevas generaciones limpias y no afectas a la corrupción, a las mañas de la vieja política, a la presión de los jefes políticos, que si ejercieron como mayordomos de esta gran finca.
Perdió la registraduría nacional y el estado colombiano, pues no fueron capaces de motivar y convencer a los jóvenes de salir a votar, es decir, no lo lograron con los ya viejos de este país, y ahora tampoco con estas nuevas generaciones.