La terminal aérea de Río de Janeiro se llama Aeropuerto Internacional Antonio Carlos Jobim. Lo anterior, en honor a uno de los máximos exponentes de la música popular brasileña y creador, junto a João Gilberto y Vinicius de Moraes, de la Bossa Nova, un género musical que impactó en exponentes del jazz como Oscar Peterson, Stan Getz, Dizzy Gillespie, Ella Fitzgerald, entre otros.
Vinicius de Moraes, compositor de la famosa canción la Chica de Ipanema, no sólo destacó como músico, poeta y narrador, sino también como diplomático: fue vicecónsul en Los Ángeles, segundo secretario en la embajada de Brasil en Francia, entre muchos otros cargos de representación diplomática.
El vínculo entre literatura, arte y diplomacia no es nuevo. Desde la antigua Roma podemos apreciar la proximidad y conexión del escritor y filósofo Séneca con los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Séneca fue senador y cónsul.
La relación entre el emperador Augusto y el escritor Virgilio es bastante conocida. Virgilio escribió La Eneida, epopeya latina escrita en el siglo I por encargo de su amigo Augusto César.
En Europa, Asia y América Latina, muchos son los poetas, artistas, filósofos e intelectuales que han sido reconocidos por gobernantes, emperadores y monarcas. La lista es bastante larga, muy larga. Podríamos citar, por ejemplo, a la poeta chilena Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura y cónsul de su país en ciudades de Europa y América. Pablo Neruda, poeta chileno muy cercano al presidente Salvador Allende y embajador de Chile en Francia. Octavio Paz, embajador de México en la India y Premio Nobel de Literatura en 1990. Miguel Ángel Asturias, poeta guatemalteco, embajador de Guatemala en Francia y Premio Nobel de literatura en 1967. Czesław Miłosz, poeta polaco galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1980 y diplomático durante varios años en los Estados Unidos.
Los cargos diplomáticos y políticos han sido ocupados, a lo largo de la historia, por hombres y mujeres con preparación académica sensibilidad artística y espíritu humanista.
La tradición ya no es la misma, las cosas han cambiado y los políticos de hoy ya no valoran ni los cargos ni a quienes escogen para ellos. Hoy por hoy lo único que importa es que el aspirante al puesto sea del círculo cercano, y mucho mejor si forma parte del mismo partido de gobierno. Los políticos de ahora escogen a individuos maleables, manipulables y casi que cómplices. Esa es la regla de oro. Procuraduría, Fiscalía, Contraloría, Personería, Defensoría.
En el Huila, Bolívar, Santander y Norte de Santander, entre muchos otros departamentos del país, no se escoge a directivos por proximidad con el cargo que ocupan, sino por ser cuota política, por representar unos votos o por haber apoyado con dineros la campaña del candidato triunfador. Rara vez se piensa en la versatilidad, inteligencia, preparación e idoneidad del hombre o de la mujer que va a ocupar el cargo. Entonces se nombre a gente que desconoce el sector y además de eso con cero sensibilidad social. Se nombra, por ejemplo, a alguien sin carrera diplomática en consulados o embajadas. Se escoge a dedo, sin mérito alguno, a alguien que ocupe la cartera de educación cuando desconoce a totalidad las falencias y necesidades del sector educativo y de los profesores. Todo es amiguismo, cuota política, compra de votos, favores familiares, etcétera. Es lamentable que todo se maneje como si fuera una feria. Hay más responsabilidad a la hora de escoger a los actores y protagonistas de un circo (en un circo no hay espacio para la improvisación) que a los directivos, secretarios de despacho, ministros o embajadores de un país como Colombia. Gente sin carrera diplomática, sin preparación, sin sensibilidad social, sin conocimiento académico y cultural. Lo mismo ocurre en las alcaldías y gobernaciones. Un panorama bastante desolador, triste y bastante «enmermelado». Y lo peor de todo es que hay carrera para lagarto; gente que lleva 20 o 30 años pegada a la teta estatal sin ningún tipo de contribución académica, investigativa, social o cultural al medio que representan. Pasan de una cartera a otra, de una secretaría a otra, de un ministerio a otro sin ningún atisbo de vergüenza. Es lo que se conoce como los cínicos públicos o los crápulas públicos: empleados grises que llegan a la vejez bajo la sombra y el beneplácito del político y de los políticos que los rencaucharon a lo largo de su vida laboral. Y lo peor o mejor de todo es que se sientan útiles, irremplazables, irrepetibles. Una dictadura perfecta, como diría el cineasta mexicano Luis Estrada.
Un dato: el aeropuerto de New Orleans se llama como el gran músico de jazz: Louis Armstrong New Orleans International Airport.