Por: Juan Carlos Hernández
Definitivamente cuando los seres humanos nos acercamos al final de nuestros días por una enfermedad, hacemos una reevaluación de lo vivido y esto muchas veces nos lleva a iniciar por nuestros desaciertos y nuestros errores, que muchas veces nos generan sufrimiento. Muy pocas veces nos centramos en lo aprendido, en lo que crecimos como personas o en los aciertos que hicieron felices a los que nos rodean. Por esta razón la función de los equipos de Cuidados Paliativos es lograr la aceptación total, que inicia por un proceso de rendición ante la enfermedad y termina con la tranquilidad absoluta del ciclo que se cierra y de la labor cumplida en este mundo.
Este estado de plenitud solo se logra a través de lo que en el argot popular llamamos arrepentimiento, pero que muchas veces vale la pena ir un poco más allá, logrando el reconocimiento de la responsabilidad del error, del desacierto o del sufrimiento causado a los seres cercanos, de esto surge los aprendizajes significativos y amorosos de la vida, la gratitud por todo a quien se dañó y a quien nos dio la oportunidad de corregir o reparar.
Por este análisis personal quise escribir esta columna, porque bien vale la pena hablar de este tipo de cosas. Al final lo importante es que, si entendemos el significado y la diferencia entre el arrepentimiento y el reconocer la responsabilidad de nuestros actos será más fácil reparar y porque no, hacer menos daño a las personas que nos rodean.
Arrepentimiento según la RAE significa: lamentar haber hecho o dejado de hacer algo, por tanto, se refiere a la introspección de lo que sentimos cuando realizamos un acto, es decir cuando decimos lo siento o lo lamento, que es diferente a reconocer el error y a decir “yo si lo hice”. Desafortunadamente nos han vendido la idea que arrepentirse es cuestionarse y decir ¿yo porque hice esto? Y tal vez esto no lo hace mucha gente, dado que solemos aferrarnos a lo que creemos, pensamos o a la ideología que tenemos para justificar nuestros actos y nos defendemos diciendo “porque yo soy así”. Entonces recurrimos al concepto del acto de contrición que desde la teología es el acto de arrepentirse sin tener como propósito reparar la conducta.
Por lo anterior, mi propuesta es recurrir a la consciencia, es decir, a volvernos conscientes de lo que hacemos o no hacemos y de lo que sentimos. Esto nos lleva a la reflexión de nuestros actos y a darnos cuenta del daño que se hizo, del error y luego de esto hacernos cargo y responsabilizarnos de esto, reconocerlo frente al otro y reparar. Muy seguramente llegar a esto tomará tiempo porque es un ejercicio personal y repetitivo, pero seguro evitará al final mucho sufrimiento y se logrará también equilibrio en las relaciones humanas.
En mi labor profesional me doy cuenta que cualquiera de las dos que se realice, el arrepentimiento o el reconocimiento de la responsabilidad, cuando estamos en ese proceso interior de revisión de nuestras vidas, lo importante es la paz interior que genere. Ambas son completamente válidas y no pueden ser criticables, la razón es que depende de los recursos y habilidades que hayamos desarrollado a lo largo de nuestra vida. Como lo dice Enric Benito “Se muere como se ha vivido”.