Mientras somos jóvenes miramos con apatía y de una manera indolente a la vejez desde la distancia. En algunos casos hay quienes miran esta etapa de la vida con desprecio, la observan con tanto desagrado que incluso la asimilan con una enfermedad de las más graves y peor aún, con la ignorancia en su máxima expresión creyendo que sus cuerpos jóvenes nunca envejecerán.
Cuando hablamos de la vejez o ancianidad, inmediatamente lo relacionamos con ser la última etapa de la vida de los seres humanos. Una etapa que se supone debe ser de total tranquilidad y descanso, disfrutando además del esfuerzo del trabajo de toda una vida y sintiendo la compañía de los principales seres queridos que por lo general suele ser la familia.
La vejez es una etapa de la vida en donde debe primar la pasividad, una etapa en la cual podamos transitar sin ningún abuso, ni maltrato de ninguna clase. Sin embargo, lastimosamente eso no ocurre en Colombia y a diario nos encontramos con muchos casos de adultos mayores que tienen que padecer una vejez indigna y en muchos casos sobrepasándose inhumanamente en muchos aspectos.
Personalmente me preocupa la situación de muchos adultos mayores; en vez de lograr una etapa de paz y tranquilidad a sus vidas, terminan cayendo en un drama que abarca desde la inseguridad económica hasta la pérdida de su propia autonomía y en el peor de los casos terminar recluidos en centros de larga estancia o como popularmente se les conoce como “ancianatos”.
En muchas situaciones vemos como estos adultos mayores, muchas veces recluidos en contra de su voluntad, terminan siendo abandonados por sus familiares en un lugar al cual tendrán que empezar a acoplarse para no pasarla tan mal. Lo más preocupante es que la mayoría de estos espacios no garantizan las condiciones óptimas presentando muchas problemáticas como el hacinamiento de adultos mayores o incluso una frágil infraestructura para suplir las necesidades básicas de estas personas.
Acá es donde debemos tomar conciencia todos; desde el estado hasta cada uno de nosotros como sociedad. Debemos valorar a nuestros adultos mayores, ya que ellos son fuente de sabiduría. Lo que en algún momento del pasado hicieron por nosotros, es justo que en algún momento nosotros lo hagamos por ellos. Es necesario también la implementación de unas políticas públicas que favorezcan a nuestros adultos mayores, que por lo menos se les garantice una pensión digna para pasar una buena vejez. La soledad no puede ser su última acompañante, recuerda que todos vamos para allá…