Por: Amadeo Gonzalez Triviño
Hace mucho tiempo hemos conocido dentro del argot popular, la forma como los mecanismos de justicia o las entidades encargadas de luchar contra ciertas formas del crimen organizado, han utilizado la figura del agente encubierto para ingresar hasta la médula de aquellos grupos al margen de la ley, y en la medida en la que conozcan su estructura, su composición o la realización de ciertas actividades, puedan darlos a conocer a sus conductos regulares para poder alcanzar fórmulas de minimizar los riesgos y los daños a la sociedad en general.
En ese orden de ideas, la DEA, al igual que otras organizaciones internacionales que lucharon contra las mafias y quizá en el proceso de lucha contra los grupos insurgentes, se ha utilizado este mecanismo que se asimila al conocido por todos como parte de la estrategia del espionaje altamente calificado, hasta el punto que, por ejemplo, en nuestra legislación procesal penal colombiana, existe la figura encargada de direccionar agentes en las organizaciones criminales para su persecución, e incluso para hacer seguimiento y vigilancia controlada de sus actividades que puedan conducir a la lucha contra el delito e incluso contra la corrupción.
Hace días, con ocasión del conocimiento de unas circunstancias especiales, algún agente investigador me advertía sobre el seguimiento que se venía adelantando contra ciertas personas y la vigilancia y control que se hacía de sus actividades, todo dentro de un programa direccionado por la Fiscalía General de la Nación, lo que, según se me comentó, en la gran mayoría de los casos, o bien por delación o por extrañas circunstancias que ameritaban su seguimiento, se obtenían éxitos en dicho proceso, sin perjuicio, claro está, de que en algunas ocasiones tales procedimientos resultaren frustrados como consecuencia de infiltración o al quedar al descubiertos los agentes encargados de dicho proceso por su extremado celo o quizá por su compromiso con la corrupción, lo cual no es ajeno en este país y ha salpicado las instituciones más sagradas de la justicia colombiana.
Pero lo que realmente es cuestionable y nos va generando mucha incertidumbre sobre la reciedumbre ética y profesional de quienes en razón de fungir o asumir como defensores y agentes de confianza de los investigados o inculpados o procesados en determinado momento, terminen violando el secreto profesional, terminen siendo agentes encubiertos o estén direccionados para pescar en río revuelto y salpicar o delatar a los cómplices y auxiliadores de ciertos tipos de delitos, y todo como consecuencia de ese doble racero de defensa y de delator sin autorización de su protegido.
Será que dentro de la labor de un profesional podemos pervertir las funciones que se cumplen, para servir de puente en la búsqueda de elementos que nos permitan escudriñar elementos probatorios para utilizarlos en contra de un tercero o de quien ajeno a dichas circunstancias pueda resultar afectado por dicha delación. Con un amigo nos extrañaba la hipotética posibilidad de que un médico de quien era el profesional de confianza de un señor, en determinado momento, confesar a la esposa de aquel la existencia de una adicción, enfermedad o quizá de un desliz amoroso, con el que la contraparte alcanzara el éxito en su demanda de divorcio o de separación de bienes con su esposo.
Y qué no decir entonces, cuando la confianza o la deslegitimación de dicho elemento ético e inter partes pueda provenir del defensor de confianza del mismo imputado, quien en su afán protagónico decide vender o transgredir su secreto profesional, para delatar o hacer más gravosa la situación de su defendido a cambio de prebendas del ente investigador o de la contraparte en la lucha contra el crimen y el delito.
Es hora de repensar en la pérdida de los valores y la forma como la institucionalidad no puede servir de fuente del caos y la anarquía de quienes otrora han construido sobre los soportes de la corrupción y del delito, no podemos permitir las formas de perpetuarse en el mismo laberinto insondable de las bajas pasiones al servicio de los inmorales y de los delincuente