Por: Marco Fidel Yukumà
Son muy pocos los huilenses que aún creen en los partidos, en sus representantes, en sus acciones y en sus ideas. Los constantes hechos de deshonestidad en que han incurrido durante años, acabaron con la fe de la gente que en algún tiempo los acataban, y hasta los veneraban.Los alcances de la política huilense, siguen siendo miserables; el clientelismo y la deshonestidad, quedan como único y nefasto capital: desde la primera elección popular de alcaldes, el domingo 13 de marzo de 1988, hace más de 35 años, los candidatos del momento acuñaron en su inconsecuente jerga electorera, la expresión “consenso” con la que anunciaban su intención de gobernar la ciudad, con un esquema pluripartidista, en el que todas las tendencias se involucraban para garantizar no sólo el equilibrio político, también la armonía administrativa, donde solamente ganaran los gobernados.Y en efecto, hubo consenso, hubo acuerdo entre todos los partidos, el alcalde, y después el gobernador, repartieron los cargos, los contratos y todo lo demás entre los liberales, los conservadores, los movimiento emergentes, los alternativos y hasta los comunistas, pero el consenso no fue más allá de un burdo prorrateo, en el que ganaron no los gobernados, los réditos como hoy en día, se fueron a los bolsillos de los consensados, al pueblo, a los electores, a la gente del común ; solamente las migajas representadas en obras inconclusas, inconsultas, insuficientes y mal hechas.Hoy, sin temor a equivocación grave, se puede asegurar que el consenso político, no es más que un extravagante concierto para delinquir, donde los beneficiarios son quienes gobiernan de la mano de sus semejantes políticos, y de cuanto partido político aparezca, siempre y cuando sea un aportante más en la siniestra financiación de la campaña. Otrora, quienes integraban el área de consenso aportaban ideas, se sumaban a la gestión de recursos y trabajaban para que la ciudad ganara con inversión, con desarrollo y proyección futura.El consenso de ahora, consiste en el finiquito de alianzas políticas, para criminalizar el presupuesto, vandalizar el sistema de ejecución de obras con la complicidad de contratistas, asesores y financiadores de campañas políticas, esencia de la corrupción que dilapida sin ninguna mesura el dinero proveniente de los impuestos que pagan con tanto sacrificio los contribuyentes. En eso, ha terminado el mal llamado consenso político.Traigo el tema, porque ya hay candidatos de oficio, invocando el consenso político para las próximas elecciones. Militantes de los partidos tradicionales con la reputación destrozada desde años atrás, intentan mimetizarse recostados a tendencias alternativas, emergentes o de izquierda, con el pretexto del desobligante consenso, ahora que está de moda hablar de cambio y otras sensibilidades que ya entraron en desgaste, y poco a poco también se quedan sin ideas, sin credibilidad y con la resaca del poder.El consenso gozó de enorme reputación, antes de la elección popular de dignatarios territoriales, antes de convertir la financiación de campañas en jugosos y sucios negocios, donde hasta el narcotráfico es un invitado de honor. Gracias al consenso político, hay en Neiva y en el Huila muchos ex alcaldes y exgobernadores, amansando fortunas y gozando aún de los privilegios que brinda el ejerció de la política, en el que el escrúpulo es un estrobo más. Por ahora, hay que confiar que en las próximas elecciones, haya aún por quien votar en el Huila. Difícil…