No voy a hablar de sus caderas, ni de su gracia, ni de su prolongado éxito, ni de su longevidad. Realmente, no me ocuparé de la verdadera Tongolele, sino del comisario sandinista que tenía un mechón cano que le valió el apodo y que es protagonista de la nueva novela del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Tongolele no sabía bailar es la tercera novela de la saga del inspector Dolores Morales, ex comisario devenido en investigador privado, expulsado a Honduras por la inquina que le tiene Tongolele y porque en su última investigación se metió con un empresario amigo del régimen. Ahora, Morales regresa a Managua porque su amante está enferma y su llegada coincide con los hechos violentos de abril de 2018, en los que la juventud se levanta contra el régimen de opresión instaurado por la pareja presidencial conformada por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Rápidamente, tras ingresar ilegalmente por la frontera, Morales se ve envuelto en la turbulencia de las protestas y encuentra refugio en la Iglesia Católica que resiste el envión de la mística seguidora de Sai Baba, la señora Murillo.
Mientras se desarrollan los disturbios y la represión, Tongolele empieza a ver disminuido su poder y prueba el sabor amargo de la traición. En un régimen como el de Ortega, los círculos de confianza son pequeños y siempre reina la sospecha.
Tongolele no sabía bailar es en estricto sentido una novela, no un panfleto político ni una denuncia sobre las barbaridades de Ortega y señora, pero es un thriller que se desarrolla en medio de la ferocidad de lo que ocurre en Nicaragua y aunque es una ficción, es fácil saber que lo que allí se dice tiene mucho de realidad. En la novela hay un sermón del personaje monseñor Ortez, muy parecido al monseñor Báez de la vida real, que tras ser enviado a El Vaticano descubrió que allá nadie lo esperaba y que no podía volver a entrar a su país por lo que ahora vive en el exilio en Miami.
En el sermón de la ficción, monseñor Ortez dice: “Hay dos nicaraguas: la de los que se lucran del cacareado crecimiento, la de la bacanal sin fin, la de la minoría egoísta, la de la oligarquía vieja que solo cree en el dinero, y la de la nueva clase fastuosa y arrogante de quienes un día se llamaron revolucionarios y hoy también solo creen en el dinero. El dinero los une, por eso pactan entre ellos”.
Por escribir cosas como esta, en la ficción y en la denuncia política, por denunciar las tropelías de la dictadura de Ortega y Murillo, por ser insumiso, por tener una voz en el mundo, ahora la Fiscalía del régimen ha decidido iniciar una acusación contra Sergio Ramírez por “incitación a la violencia” y por cometer “menoscabo a la integridad nacional”. Es decir, por no callarse.
En la novela, Tongolele es defenestrado, sus convicciones no le alcanzan para mantenerse en pie, y la pareja presidencial sigue con sus negocios. En la vida real, también. ¿Por cuánto tiempo?