Alejandro Arcos, alcalde de Chilpancingo, capital de Guerrero, fue brutalmente asesinado y decapitado apenas seis días después de asumir su cargo.
El atroz crimen ocurrió el domingo 6 de octubre, dejando a la ciudad conmocionada y elevando las alarmas sobre la creciente inseguridad en la región.
Alejandro Arcos, quien había sido electo bajo el respaldo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue encontrado sin vida dentro de una camioneta. Las autoridades informaron que su cuerpo fue hallado en el asiento del copiloto, mientras que su cabeza se encontraba sobre el toldo del vehículo en una carretera en las afueras de la ciudad, en el libramiento hacia Tixtla.
El PRI, partido al que pertenecía el alcalde, condenó enérgicamente el asesinato, calificándolo de un «cobarde crimen» y exigiendo justicia inmediata para esclarecer los hechos. Su asesinato ocurre solo tres días después del homicidio de Francisco Tapia, secretario del Ayuntamiento, lo que ha aumentado la incertidumbre y el temor entre los habitantes y funcionarios del municipio.
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Alejandro Arcos, nacido el 12 de febrero de 1981 en Chilpancingo, era un político joven y comprometido con el desarrollo social, según su perfil en la página oficial del Gobierno de Chilpancingo. En su breve tiempo como alcalde, su enfoque principal era impulsar el progreso y la seguridad en su comunidad.
El presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, expresó su indignación y dolor por los asesinatos de Arcos y Tapia, señalando que ambos eran «funcionarios jóvenes y honestos que buscaban el progreso de su comunidad».
Guerrero, conocido por su ubicación estratégica en la costa del Pacífico, ha sido históricamente una zona conflictiva debido al tráfico de drogas y la presencia de grupos criminales. La violencia ha cobrado la vida de varios políticos y funcionarios en los últimos años, haciendo de este estado uno de los más peligrosos de México.
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