La atención de todos los medios de comunicación está focalizados en la alerta ambiental que ha sido decretada desde el viernes anterior por la deficiente calidad del aire que están respirando los bogotanos, causada por la concentración de material particulado en el aíre que había llegado con los vientos provenientes de los incendios forestales de la Orinoquía y el Guaviare. Inclusive, de la misma forma, según los reportes de la agencia espacial estadounidense Nasa, que recibe la Secretaría Distrital de Ambiente, hay alrededor de 1.865 puntos calientes activos en el norte de Suramérica, pero puntualmente en los llanos colombos venezolanos. Sin embargo, el comportamiento se ha seguido repitiendo durante la semana y en las últimas 24 horas, de acuerdo con los datos emanados en las nueve estaciones ubicadas estratégicamente, las cuales empezaron a registrar una alerta naranja o de condición regular.
Desde la prepandemia, se ha registrado en Bogotá varias alertas ambientales por la mala calidad del aire. Algunas de ellas han sido puntuales y se han decretado en zonas donde la presencia de material particulado PM10 es especialmente alta, y en otras, la medida se ha hecho extensiva a la capital, como sucede en la actualidad. Las alertas vienen acompañadas de medidas que buscan reducir el riesgo para la salud de las personas, en particular niños y ancianos, que son quienes encabezan la lista de las 2.000 personas que se estiman mueren cada año a causa de este fenómeno.
El diagnóstico es claro: las quemas forestales, que sobrepasaron el medio millar el año anterior, la contaminación que produce la industria, el transporte de carga y el transporte público (SITP) son los responsables de la alerta amarilla que vive Bogotá. El carro privado no se queda atrás, en particular campero y camionetas, que aportan el 16,8 % de la contaminación, mientras que los automóviles lo hacen en un 3,6 %. Pero los incendios forestales son provocados por las organizaciones narcoterroristas, que buscan terrenos propicios para el cultivo de la cocaína y la marihuana, bajo las órdenes de los líderes guerrilleros que se encuentran en Venezuela, bajo la protección del dictador Nicolás Maduro.
La capital de la República no es la única urbe en emergencia. Medellín, Bucaramanga, Cali y Soacha también lo están o lo han estado. Cada vez son más las ciudades que se declaran en máxima alerta a causa del aire que están respirando sus habitantes. Sin embargo, basta ver que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los males respiratorios son, sumados, la principal causa de muerte y discapacidad en el planeta, tanto que, para el organismo, su incidencia y prevalencia se deben convertir en prioridades de todos los sistemas sanitarios. Es el bienestar de todos lo que está en juego.