Ariel Peña
El cese bilateral al fuego con 5 grupos armados, anunciado por el presidente Gustavo Petro a finales del 2022, demostró que con las notificaciones del ejecutivo se busca crear falsas expectativas con la denominada paz total; dado que la paz es un término muy genérico, que tiene componentes políticos, sociales, económicos, morales y culturales, entre otros; de manera que las ilusiones que busca vender el gobierno con este tema, solo se podrían materializar difícilmente con algunas bandas armadas en una paz política, debido a que es muy intrincado medir las intenciones y aspiraciones de esas estructuras violentas con las que se dialoga, comenzando por el Eln; en razón de lo cual, con el actual gobierno que confunde a la ciudadanía con sus anuncios, hay que recordar la frase de Nicolás Maquiavelo: “Todos ven lo que aparentas, pocos advierten lo que eres”.
Ante la confusión que reina en el país, las organizaciones democráticas tienen el reto de no permitir que las fuerzas totalitarias marxistas con los ropajes de alternativos o progresistas acaben con la libertad, debido a que los enemigos de la democracia se aprovechan del desbarajuste intelectual, para descrestar a la ciudadanía con el cacareado “cambio”, que nos podría conducir a situaciones pavorosas, peores a las que ha vivido Venezuela con el socialismo del siglo XXl, de modo que solamente mediante una templanza conceptual republicana se podrá evitar la catástrofe.
La confusión ideológica, conduce a lo que dice la Biblia en la Epístola de Santiago, capítulo primero, verso seis: “porque el que duda es como una ola de la mar, que el viento lleva de un lado a otro”, de ahí precisamente es que se deben disipar las ambigüedades, para que la dirigencia de las fuerzas democráticas pueda tener la brújula que conducirá a un puerto seguro a la nación.
Frecuentemente nos hemos referido a los términos izquierda y derecha, que en los tiempos actuales, se han prestado para galimatías, en donde con muy contadas y honrosas excepciones sin ninguna vergüenza, no obstante sus malquerientes, hay dirigentes políticos muy respetables que dicen ser de derecha, a pesar de que se ha creído falsamente que la izquierda representara el progreso y la derecha la caverna.
Sobre la izquierda y la derecha, siempre hay que hacer alusión a la frase del pensador español José Ortega y Gasset: “ser de derecha o de izquierda, es una de las infinitas maneras que se elige para ser un imbécil”, sin embargo lo básico del asunto es no ahogarse en un vaso de agua, tomando como premisa fundamental que el crecimiento y desarrollo de los partidos democráticos no puede estar sometido a los calificativos y apelativos que desde otras carpas políticas se le quieren endilgar, pues las denominaciones izquierda y derecha que aparecieron en la Revolución Francesa, hoy por hoy no tendrían una aplicación práctica en el accionar de los movimientos políticos, y serian términos en desuso.
De manera que, si tomáramos como fuente a la Revolución Francesa, cuya izquierda buscaba el cambio de gobierno y la alternación en el poder ¿Cómo podríamos decir que son de izquierda los clanes de los Castro en Cuba, los Kim en Corea del Norte o la camarilla comunista en China, que nunca van a ceder el poder? Sin pasar por alto que el chavismo en Venezuela siempre le grita a la oposición, que nunca volverá, lo que nos dice sin vacilaciones que todos esos regímenes ignominiosos de acuerdo a la Revolución Francesa no se pueden considerar de izquierda.
Sobre la base de lo anterior, y sin caer en esquematismos, no se puede ignorar al marxismo cultural, originado en la escuela de Fráncfort, siendo uno de sus máximos exponentes Antonio Gramsci, quien creó una especie de panmarxismo y proponía la abolición de todos los valores humanos y el desconocimiento de la ley natural, para lumpenizar a las masas con el fin de volverlas más dúctiles a los régimen comunistas, acabando con la vida ordenada y decente que quieren llevar los ciudadanos, en donde la falta de moral es la condición necesaria para adocenar y enajenar a la sociedad.
Sin pasar por alto que los genocidas de Lenin y Stalin antes de Gramsci, ya habían impulsado todo ese cumulo de aberraciones con el pueblo ruso, para romper según ellos, el orden social burgués, de ahí que en Colombia las organizaciones democráticas deben repudiar absolutamente al comunismo totalitario que se oculta en el marxismo cultural.
Superando las acepciones de izquierda y derecha, un partido moderno y democrático, en la presente situación, lo que si tiene que proclamarse es anti-totalitario, reconociendo como los peores totalitarismos que ha sufrido la humanidad en los dos últimos siglos al fascismo, al nazismo, al apartheid y como el peor de todos al comunismo totalitario o marxismo, verdadero enemigo de la humanidad, por ser la organización que ha cometido el mayor numero de genocidios en todos los tiempos.
Un partido democrático no tiene porque apenarse de proclamarse anticomunista, desde el punto de vista político e ideológico, repudiando al marxismo leninismo que ni en la forma ni en el fondo es democrático, y que busca la toma del poder por toda la eternidad, avasallando y esclavizando a los pueblos, en donde una cáfila parasita con la dirección del Estado saqueando los bienes públicos, y reprimiendo a las masas.
Para ser antimarxista (anticomunista) no solamente se tiene que ser de la llamada derecha, pues no importa la ubicación en el espectro político, de suerte que también en la izquierda o en el centro, se puede ser anticomunista, porque para serlo, la única condición es ser humanista que de verdad comprenda y tolere al prójimo, enfatizando que el marxismo es padre del odio.
A fin de que los partidos democráticos se muevan al ritmo de la historia, sabiendo que su temperancia es determinante para el progreso de una sociedad, deben realizar foros y seminarios ideológicos permanentemente, en virtud de lo cual surge la hoja de ruta para no caer en ambivalencias y confusiones que favorecen a las facciones totalitarias.