Esos prodigiosos y molestos insectos, sin estudiar física o ingeniería de procesos, deambulan en reducidos espacios, no tienen semáforos, ni policías de tránsito y no se chocan; guardan los espacios y distancias perfectamente; a veces llevan cargas más pesadas que su propio tamaño y van respetando su espacio sin invadir el espacio de las otras. ¡Qué ejemplo para los humanos! La movilidad ha resultado un verdadero callejón sin salida. Por doquier aparece la ley del más fuerte; cada uno hace lo que le venga en gana; las señales de tránsito se irrespetan a granel; la agresividad es la carta de presentación de muchos. La gente honesta y cumplidora, ¿qué tiene que hacer? Aguantar y pagar impuestos. Aparece un Código de Policía débil y flexible; el mundo de los derechos, sepultó el código de deberes; la autoridad cada día es más permisiva porque no se encuentra respaldada por la misma ley. La autoridad que quiera poner orden, resulta “empapelada”, es decir, juzgada y por qué no, en la cárcel. Definitivamente es la ley del salvaje Oeste: ¡Sálvese quien pueda? Las llamadas altas cortes, defienden los derechos. Los deberes los cumplimos quienes estudiamos la urbanidad de Carreño y claro, pagamos impuestos para mantener una cantidad de zánganos. ¡Qué ironía! Se hacen filas interminables en los peajes y justo, donde pagamos los impuestos del uso de las vías, no nos dan paso para pagar. ¿Entonces? Por favor, en Europa se implementaron los peajes virtuales hace veinte años y nosotros, ¿seguimos en la edad de piedra? ¿Tan fósiles somos? ¡Qué horror! La gente “monta” los vehículos en los andes y no pasa nada. Pasan los guardias de tránsito y presentan una mirada estoica. Me gustaría que la autoridad sea inflexible frente a tanto desorden, caos y anarquía en el uso de las vías públicas. Por favor, este pueblo indómito con mentalidad de esclavo, solo entiende la ley de la férula; los buenos modales y el respeto a los derechos del otro, son lenguaje desconocido. Por favor, si no entendemos la belleza de la libertad, pues, apliquemos la drasticidad de la ley. La mentalidad de esclavos no entiende la hermosura de la libertad; el esclavo solo cumple cuando está el patrón y el verdugo. ¡Qué horror! No queremos ser buenos ciudadanos. ¡Qué tristeza! Hemos perdido la posibilidad de movilidad peatonal y vehicular. La gente es cínicamente desordenada. Estacionan en donde se les da la gana, generando atascamientos y no pasa nada. ¿Qué hace el ciudadano honesto? Aguante, aguante y aguante. El tiempo que perdemos en la movilidad es enorme. Esto parece un laberinto. ¿Quién le pone el cascabel al gato?: todo son derechos. ¿Dónde están los deberes? Es verdad que el aumento del parque automotor es enorme; la ampliación y nuevas vías, son respuestas de orden aritmético, mientras el sinnúmero de vehículos va en línea geométrica. Volvamos a las hormigas: son animales irracionales que no tienen problemas con la movilidad y son millares. Entonces, ¿el ser humano? ¡Qué tristeza, tan grande y tan pequeño! Por favor, las leyes son para cumplirlas, si no, saquémoslas del tejido social. La permisividad genera caos social. Primero el bien común.