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‘Aquí no son forasteros’: la historia del Falla Bernal

Sep 4, 2024

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‘Aquí no son forasteros’: la historia del Falla Bernal. William Calderón, coordinador territorial Huila de Redepaz, es el líder del proceso de creación de un libro que, mediante la Investigación Acción Participativa, recopila la memoria histórica del asentamiento Paz y Libertal, ahora urbanización Falla Bernal. El libro será lanzado el próximo 13 de septiembre.

DIARIO DEL HUILA, Neiva

Por: Gustavo Patiño

En una ciudad marcada por el conflicto armado y el desplazamiento forzado, la historia del asentamiento Paz y Libertad emerge como un testimonio vivo de la lucha por la dignidad y los derechos de cientos de familias que buscaron refugio en Neiva. Este capítulo de la historia local, que por años ha sido ignorado o tergiversado, ha sido rescatado en el libro ‘Aquí no son Forasteros’, escrito por William Calderón, coordinador territorial de Redepaz Huila, que será lanzado el próximo 13 de septiembre.

‘Aquí no son forasteros’ no es simplemente un compendio de hechos; es el resultado de un riguroso proceso de recuperación de la Memoria Histórica de lo que fue, y sigue siendo para muchos, un símbolo de resistencia y unidad. “Ha sido un proceso de recuperación de la Memoria Histórica de lo que fue popularmente llamado el asentamiento Chicalá, al pie del barrio que lleva ese nombre”, explica Calderón. Sin embargo, aclara que el verdadero nombre del asentamiento era Paz y Libertad, un nombre que refleja los anhelos de sus habitantes.

Resultado del desplazamiento

Este asentamiento se formó a raíz del desplazamiento forzado que afectó a cientos de familias en diferentes regiones del país, “algunos venían de Simití Bolívar otros de Santander otros veníamos desde el propio departamento de Huila, de La Guajira”, asegura William. Estas familias, unidas por el dolor de la pérdida y el desarraigo, encontraron en Neiva un lugar para reconstituir sus vidas. El barrio fue “producto del hermanamiento de mucha gente que sufrimos el desplazamiento forzado, aunamos esfuerzos y se inició una lucha legal desde lo institucional para la legalización de ese asentamiento y se logró finalmente”, señala Calderón.

Uno de los aspectos más destacados en la elaboración del libro es el uso de la metodología Investigación Acción Participativa – IAP. Esta metodología, que combina la investigación académica con la participación activa de la comunidad, permitió no solo la recolección de datos históricos, sino también la participación directa de los habitantes del antiguo asentamiento en la narración y reconstrucción de su propia historia. La IAP es un enfoque que se centra en la colaboración entre investigadores y comunidades para abordar problemas sociales y desarrollar soluciones. A diferencia de las metodologías tradicionales, donde los investigadores suelen ser observadores externos, la IAP involucra a los participantes en todas las etapas del proceso de investigación, desde la identificación de problemas hasta la implementación de soluciones.

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La IAP

En el caso del libro ‘Aquí no son forasteros’, la IAP permitió que los antiguos habitantes del asentamiento “Paz y Libertad” pudieran contar sus propias historias, compartir sus experiencias y participar en la construcción de un relato colectivo que reflejara fielmente su realidad. “Nos dedicamos a la Recuperación de la Memoria Histórica del barrio, aplicándole metodología como la IAP y logramos que saliera un documento que hemos llamado ‘Aquí no son forasteros’”, explica Calderón. Este enfoque no solo garantizó la autenticidad del relato, sino que también empoderó a la comunidad al hacerlos partícipes activos en la recuperación de su memoria colectiva. La IAP, al ser una metodología que promueve la acción y el cambio social, fue fundamental para que los habitantes del asentamiento pudieran reflexionar sobre su pasado, comprender su presente y proyectarse hacia el futuro.

La historia del asentamiento “Paz y Libertad” está marcada por una larga y difícil lucha por la legalización de las tierras que ocuparon estas familias desplazadas. Inicialmente, el asentamiento no fue reconocido por las autoridades, lo que llevó a sus habitantes a iniciar una batalla legal desde lo institucional para asegurar su permanencia y garantizar sus derechos. El proceso de legalización fue largo y complejo, y estuvo plagado de obstáculos, incluyendo amenazas y violencia contra los líderes comunitarios. “Hubo asesinados de los pioneros, personas que tuvieron que irse por nuevas amenazas, estando desplazados ya ahí en el asentamiento”, recuerda Calderón. A pesar de estos desafíos, la comunidad perseveró, y después de varios años de lucha, finalmente lograron la legalización del asentamiento y la construcción de 120 viviendas.

Siguieron las dificultades

Este logro, sin embargo, no puso fin a los problemas que enfrentaban los habitantes del asentamiento. La legalización y la construcción de viviendas, aunque fueron pasos importantes, no abordaron las necesidades más profundas de la comunidad. “Los gobiernos de Neiva, del Huila y de la Nación no les han querido resolver a esas familias, creyendo que dando una vivienda estaba resuelto el problema de una gente que era indígena, de una gente que venía de selva adentro, que no sabía de trabajos urbanos y que todavía 24 años después, muchos viven en la pobreza”, lamenta Calderón.

El asentamiento “Paz y Libertad” eventualmente se transformó en lo que hoy se conoce como la urbanización Falla Bernal, un barrio que, a pesar de estar legalmente reconocido, sigue enfrentando múltiples desafíos sociales y económicos, como las bandas criminales, el consumo de estupefacientes y la delincuencia. La urbanización, que ahora tiene 24 años, es el hogar de muchas de las familias que una vez ocuparon el asentamiento original, pero no pudo absorber a toda la población desplazada. Este déficit en la capacidad de la urbanización para albergar a todas las familias desplazadas resultó en la creación de dos nuevos asentamientos en la parte posterior de Falla Bernal: Nueva Esperanza y Brisas del Río.

Nuevos asentamientos

Estos nuevos asentamientos reflejan la persistencia de los problemas sociales que enfrentan las comunidades desplazadas en Neiva. Y subrayan la falta de soluciones integrales por parte de las autoridades. “Hay una problemática social y por eso decimos que los gobiernos de Neiva y del Huila no han querido resolver”, afirma Calderón. “Hoy existen dos asentamientos, uno se llama Nueva Esperanza y el otro Brisas del Río”. Estos asentamientos, al igual que el original “Paz y Libertad”, han surgido como respuesta a la falta de alternativas viables para las familias desplazadas. Que siguen llegando a Neiva en busca de refugio y oportunidades.

Neiva, receptora de víctimas

La historia del asentamiento “Paz y Libertad” no es un caso aislado. Es parte de un fenómeno más amplio que ha moldeado el crecimiento y desarrollo de Neiva durante las últimas décadas. La ciudad ha sido un destino principal para miles de personas desplazadas por el conflicto armado en el sur de Colombia. Resultado en un crecimiento desordenado y a menudo caótico de la población. En el año 2000, había alrededor de 60 asentamientos en Neiva. Hoy, esa cifra ha aumentado a más de 100. Lo que refleja un proceso de poblamiento que, en palabras de Calderón, “ha sido traumático, ha sido neurálgico. Ha sido a través de las oleadas de las ofensivas del conflicto armado, interno que expulsa gente. Y Neiva es la mayor ciudad receptora del sur del país”.

Este rápido crecimiento ha puesto una enorme presión sobre los servicios e infraestructuras de la ciudad, y ha generado una serie de problemas sociales. Desde la falta de vivienda adecuada hasta el acceso limitado a servicios básicos como la educación y la salud. A pesar de estos desafíos, las comunidades desplazadas han demostrado una notable capacidad de resistencia y adaptación. Creando redes de apoyo y organización que les han permitido sobrevivir y, en algunos casos, prosperar en su nuevo entorno. Y pese a que, desde el 2016, existe una política pública de asentamientos precarios en la capital huilense, la desfinanciación de este instrumento. Y la lenta implementación del mismo no han permitido que la problemática habitacional sea solucionada.

Preservar la memoria

Uno de los principales objetivos del libro ‘Aquí no son forasteros’ es preservar y difundir la memoria histórica de las comunidades desplazadas. Que han contribuido a la formación de Neiva tal como la conocemos hoy. Calderón enfatiza la importancia de recordar y aprender del pasado para evitar que se repitan los mismos errores en el futuro. “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, advierte Calderón, quien hace un llamado a las nuevas generaciones. Así como a la academia, para que se involucren en la preservación y estudio de esta memoria colectiva. El libro, según él, es una herramienta no solo para recordar. Sino también para educar y sensibilizar a la sociedad sobre las realidades y desafíos que enfrentan las comunidades desplazadas.

Calderón también espera que el libro inspire a futuros investigadores a continuar explorando la historia de los asentamientos en Neiva y en el Huila. Y a utilizar sus hallazgos para promover el cambio social y la justicia. “Le queremos decir a estas generaciones de niños, niñas y adolescentes, y a las próximas, a la academia, que lea ese documento. Y que muchas tesis de grado, muchos trabajos de la Academia en el Huila, tienen que ayudar a consolidar todos esos procesos. Para poderlos entender desde la pedagogía, cómo se vamos resolviendo esas problemáticas que hoy padece Neiva”.

El lanzamiento

El lanzamiento de ‘Aquí no son forasteros’ se llevará a cabo el próximo 13 de septiembre en la zona verde del barrio Falla Bernal. Un lugar que tiene un profundo significado para la comunidad que ha sido testigo y parte de la historia que se narra en el libro. Este evento no solo marcará la presentación oficial de la obra. Sino que también será una oportunidad para reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de las comunidades desplazadas en Neiva.

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