La forma más eficiente para destruir un empleo es tratar de protegerlo. Cada cierto tiempo aparecen personas posando de “héroes” con discursos de salvación de empleos y de “ayudar” a la industria nacional, haciendo propuestas que en la mayoría de los casos terminan siendo remedios peores que la enfermedad.
En ese abanico de soluciones heroicas aparecen las restricciones al comercio internacional a través de la imposición de aranceles. Hace unos meses fue el Centro Democrático quien aumentó los aranceles a los textiles con el propósito de “salvar” puestos de trabajo en esta industria. Hace unas semanas fue la ANDI en cabeza de su director que exigía aranceles para la industria del acero en momentos de altos precios y afectaciones graves a quienes usan el acero como materia prima, la construcción, por ejemplo.
Este tipo de ideas supuestamente salvadoras tienen éxito a menudo en Colombia, pues a los gobiernos recientes eso del libre comercio no les termina de convencer, y siempre será más popular el aplauso inmediato de la gente que cree en discursos heroicos y busca que el papá Estado lo proteja.
Para entender mejor el funcionamiento de la economía y las consecuencias de este tipo de decisiones hay varios libros sencillos y fáciles de entender, de economistas que explican lo complejo en palabras comunes, sin recurrir a complicadas formulas o gráficas. Uno de ellos es Thomas Sowell, especialmente su libro “Economía Básica”. El autor en el libro le dedica un largo capítulo a hablar de comercio internacional y cuenta una historia sobre los aranceles al acero que cae como anillo al dedo para entender las consecuencias de estas propuestas que, aunque disfrazadas de buenas intenciones, terminan generando graves efectos.
Los aranceles y otras restricciones a las importaciones se venden como alivios a ciertas industrias en momentos de crisis. En la década de los 80´s en Estados Unidos la industria del acero enfrentaba dificultades, tanto que el número de empleos pasó de 340.000 a 125.000 en pocos años. Los políticos de la época no podían quedarse de brazos cruzados y tenían que demostrar que estaban haciendo algo. ¿La solución? Crear aranceles para disminuir la importación de acero de otros países. Rápidamente llegaron aplausos. La industria del acero rápidamente vio los beneficios de esta medida, las utilidades aumentaron en $250 millones de dólares aproximadamente y se crearon 5.000 empleos nuevos.
Pero ¿y a qué costo? La reducción de la oferta de acero producida por la disminución de las importaciones hizo que su precio aumentara y llegara a máximos históricos, esto hizo que las empresas que necesitaban esta materia prima registraran pérdidas por $600 millones de dólares y se destruyeran 26.000 empleos.
Si vemos solo la película de las empresas de acero, como seguramente lo hicieron los gremios y los políticos el resultado es positivo, pero para la economía de Estados Unidos y para la sociedad en general el resultado es desastroso. Esta misma historia se ha repetido en diferentes países y en diferentes momentos, el nuestro no es la excepción. Es por esto por lo que la mejor forma de destruir un empleo es tratar de protegerlo.