DIARIO DEL HUILA, ESPECIALES
Tres años han pasado desde aquel 26 de noviembre de 2019, cuando el patrullero Arnoldo Verú fue víctima de un artefacto explosivo que fue lanzado por un encapuchado en una manifestación que se concentraba a las afueras de la Universidad Surcolombiana, en Neiva. El responsable jamás fue identificado, el policía quedó con secuelas irreversibles y a la espera de hacer uso de su buen retiro.
Hoy, cuando se cumplen tres años de la brutal agresión de la cual fue víctima, el patrullero Arnoldo Verú, sigue dejando en manos de Dios todo lo sucedido, limpió su corazón de algún rastro de rencor y todos los días da gracias por una oportunidad nueva de vivir que le dio la vida.
Las secuelas que quedaron en su cuerpo son irreparables, las lesiones, aunque no fueron mortales, pero sí comprometieron gran parte de su funcionamiento físico, y las heridas y los daños en su organismo son evidentes. Actualmente las secuelas que le ha dejado este acto de terrorismo le impidieron por completo continuar con sus labores como policía, se encuentra aún activo en la institución, pero sin ejercer, y solo está a la espera de la decisión de una junta médica que aún no tiene fecha, para que sea definida la resolución de retiro y así quedar pensionado.
“Actualmente el uniformado no está laborando, no está apto para ningún cargo en la institución, él sigue devengando normalmente porque aún hace parte de la Policía Nacional, pero no se encuentra ejerciendo. La decisión del retiro está en manos de una junta médica que aún no se ha realizado dada la complejidad del caso del patrullero, por lo tanto, hasta que no se determine el porcentaje de pensión, el seguirá vinculado y ya tras la decisión pues hará uso de su buen retiro”, afirmó un fuete de la Policía Nacional a Diario del Huila.
Como a Verú le faltaba un par de años para pensionarse cuando pasó el hecho, pues ya será decisión de los altos mandos si determinan que la pensión que recibirá el patrullero será del 100% o por el contrario será solo un porcentaje.
Nunca fue identificado
El responsable de este acto terrorista fue un hombre que nunca fue identificado; hubo videos, fotos, pero esto no fue suficiente para que las autoridades pudieran dar con el paradero del vándalo.
Solo se tenía como referencia que durante la acción injustificada de la que fue víctima el patrullero, tenía puesto un overol azul y en sus hombros una bandera de Colombia.
Una fuente que hizo parte de la investigación le confirmó en exclusiva a Diario del Huila, que hasta el mes de diciembre de 2019 se tuvo información que al parecer el implicado había escapado con destino a la ciudad de Ibagué, donde permanecía escondido, pero varios meses después los sabuesos de la Sijin, CTI y las instituciones vinculadas con el caso perdieron todo rastro, incluso el caso está a punto de cerrarse ante el no avance de las evidencias que se tenían y de las pistas para hallar al responsable.
Ni una jugosa recompensa que se ofreció, fue suficiente para lograr la captura de este sujeto que le arruinó la vida a una persona que se encontraba prestando su servicio como policía.
¿Qué pasó ese día?
Hoy se cumple tres años exactos de aquél fatídico día, cuando en medio de una manifestación que se pretendía sería ‘pacifica’, un encapuchado lanzó una ‘papa–bomba’ contra un grupo de uniformados que intentaban controlar los desmanes; el patrullero Verú hacía parte de ese cerco humano de aproximadamente 15 policías, donde el único que resultó herido de gravedad fue él, ¡literalmente vivo de milagro!
“De ese momento no me acuerdo de nada, a grandes rasgos recuerdo que ese día me llamaron para servicio, me necesitaban, así como necesitaron a muchos de mis compañeros, la situación lo ameritaba y para eso nos formamos, para servir. Ese día el chaleco balístico se me había quedado en la casa, llegué al sitio de concentración que era a las afueras de la Universidad Surcolombiana, y mientras recibía instrucciones me acordé del chaleco, y como si se tratara de una corazonada, llamé a mi hermana, la esperé un par de minutos para que me lo trajera y finalmente me lo puse (…) de no haber hecho eso, ni siquiera estaba contando el cuento (…) ese artefacto me había podido matar, eso es una mezcla de muchos elementos peligrosos, y pese a estar en las condiciones actuales, le doy gracias a Dios por una segunda oportunidad de vida”, contó el protagonista de esta historia.
Estuvo casi 15 días en la unidad de cuidados intensivos del Hospital, los pronósticos médicos no eran nada alentadores y solo la fe y las oraciones de su mamá, cambiaron todo el panorama.
La vida para este hombre de 46 años de edad, cambió por completo, sus sueños quedaron violentamente aplazados, su anhelo de formar una familia está en el limbo y hoy solo espera que un implante coclear le devuelva las esperanzas de seguir luchando y paulatinamente vaya recobrando la vida que un día un joven encapuchado literalmente le arrebató. Hoy, tres años después aún se niega a ver fotos o vídeos tormentosos de ese día.
Su polo a tierra
Las secuelas de ese brutal impacto le dejaron daños irreparables en su organismo que ya empezaron con el pasar de los meses a dejar evidencia, intenta reponerse de todas las lesiones que son contadas con los dedos de una mano, pero los días parecen ser una carrera contrarreloj que no van jugando a su favor.
Su oído izquierdo quedó destruido totalmente, la movilidad en la cara quedó parcialmente reducida, permaneció mucho tiempo sin poder ingerir alimentos ni masticar por ese lado, no tenía sensibilidad, y aunque a veces intenta hacerlo creyendo que el poder mental todo lo puede, siempre falla en sus intentos; la mano izquierda de a poco se va recuperando, tres dedos perdieron movilidad, le cuesta sujetar cualquier objeto, no tiene agarre muscular y pese a que asiste sin falla a las terapias de movilidad, recuperar la sensibilidad está tan inalcanzable como su sueño de ser papá y poder ascender en la Policía.
Como consecuencia de la afectación auditiva, Verú no puede caminar solo, le cuesta incluso incorporarse, pues al hacerlo tiene el riesgo de caer, como en ocasiones le ha sucedido y donde su madre lo ha protegido.
Los dolores de cabeza, mareos, la inestabilidad, el vértigo y la pérdida de la memoria, han jugado en su contra, son una constante de la que intenta zafarse, pero que parecer ser su sombra. Levemente fue reconociendo de nuevo rostros de personas, incluso de familiares, y a veces tiene momentos que, pese a que los vivió, ya no son parte de sus recuerdos, ha tenido parcialmente una amnesia que parece no quererlo abandonar.
No camina sin ir tomado de la mano de su progenitora o de su hermana, quien está ad portas de graduarse como médica, y desde entonces ha sido su fiel compañera en las cuestiones clínicas. Estas dos mujeres se han convertido en lazarillos del hombre que un día tomó las riendas del hogar, cuando su padre faltó, a causa de una agresiva enfermad que lo hizo partir del plano terrenal, fue entonces cuando Verú dejando incluso aplazados sus sueños, por ver realizados los de su familia, se convirtió en el hombre de la casa. Ya no le tiene miedo a la muerte, pero sí a perder a su mamá que ha sido su fortaleza todo este tiempo.
Verú jamás ha exigido dinero como reparación o indemnización, siempre ha querido seguir llevando su vida con normalidad, no espera recibir millones por parte de la institución, pero sí la atención médica y todo lo necesario para seguir sorteando con las secuelas imborrables de este fatídico hecho que marcó su vida y la de su familia en dos. Contra todo pronóstico, este valiente hombre apasionado por el futbol, de carácter fuerte y corazón noble es el rostro de la resiliencia y la impunidad.