Colgar el uniforme después de veintisiete años de servicio conlleva un proceso complejo, es un duelo similar a la pérdida de un ser querido o a una ruptura sentimental, nos preparan y mentalizan en la vida, para ganar, para ser exitosos y competitivos, pero a nadie se le ocurre hablar de fracaso, pérdida, desprendimiento o muerte.
Luego de dedicar poco más de cinco lustros en la institución más querida por los colombianos, el Ejército Nacional de Colombia, llega el inesperado y a veces abrupto retiro, bien sea por voluntad propia o de la institución, quedando en un alto grado de incertidumbre, desesperanza y dolor en muchos casos en aquellos que dedicaron su vida a la carrera de las armas.
Se transforma la dinámica de la casa, se inicia con la transición en el proyecto de vida, ahora la diana suena para levantar a los niños, alistarlos para el colegio y aparece lo más complicado del asunto que es un comportamiento generalizado, automático y aprendido, tratar a la familia como si fueran soldados, de hecho, este es el reclamo de los hijos y de la misma compañera de vida, al hombre que ahora asume el rol de padre y no de comandante.
Es la separacion de un estilo de vida agitado y hostil que nos obliga a vivir en alerta y modo supervivencia, la nueva realidad requiere de una metamorfosis forzada, ya que no se preparan, entrenan y alistan hombres y mujeres para enfrentar un enemigo armado, sino que se educan y forman niños para la vida, teniendo como soporte esencial a la mujer que representa el balance, amor, comprensión, empatía, autoridad, dando perfecto equilibrio a las energías que se mueven en casa.
Pedro Calderón de la Barca NO se equivocó en plasmar esta frase en la oración a la milicia “El pecho adorna el vestido” como lo hacen las medallas y condecoraciones multicolores en contraste con el uniforme verde, número tres o traje de calle.
Todo esto hace parte de nuestra historia personal, en donde quedan vivos los bellos recuerdos, pues cada presea tiene una anécdota que contar.
Ahora los reconocimientos los hace la familia, sin diploma de respaldo, la medalla es un beso, la condecoración, una caricia, el reconocimiento, una taza de café, un te amo, un abrazo, sonrisas, carcajadas que no tienen valor cuantitativo, por el contrario elevan el precio de la existencia, ya con estos reconocimientos me siento Mariscal de Campo, así haya sido un Soldado. Lacónico Espartano ¡Venid y tomadlo!