Diario del Huila

Asumir la cruz al estilo de cristo

Sep 2, 2023

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La columna de Toño

Por el P. Toño Parra Segura  padremanuelantonio@hotmail.com  

Jesús el Maestro continúa formando a sus Apóstoles en la radicalidad evangélica.

Apenas acabada la confesión de Pedro que era ciertamente inspirada por el Padre, y que ni Pedro ni los otros entendieron a cabalidad, tiene lugar una enseñanza desconcertante: Jesús, el Mesías el Hijo de Dios revestirá un día la forma de esclavo en la suprema humillación: Jerusalén será el escenario terrible donde ancianos, sumos sacerdotes y escribas lo harán padecer y morir, pero Él resucitará al tercer día.

Y ante este anuncio, el “Pedro, piedra” y futuro fundamento de su Iglesia lo increpa y desanima: “Eso no te puede pasar” y Jesús le cambia el nombre ahora y lo trata de “Satanás”.

Debió recordar Jesús el falso concepto de Mesías que tenían los judíos que esperaban otro Moisés que los liberara de la esclavitud de los romanos y aún ellos sus discípulos aspiraban a los primeros puestos en el Reino y a exigir la paga de lo poco que habían dejado por seguirlo.

En este Domingo 22 del tiempo ordinario, Jesús no les oculta la realidad de la cruz y su misterio que “para los judíos fue escándalo y para los gentiles una locura” (1Cor.1, 23. Gál. 5, 1) Es el primer escándalo de la cruz para los más próximos a Jesús.

Sin echar pie atrás ante la tentación triunfalista de Pedro les pone las condiciones indispensables para seguirlo: “Negarse a sí mismo y tomar la misma cruz”.

Esto traerá como consecuencia el perder la vida para recuperarla después con la resurrección.

Históricamente la cruz se inventó como instrumento de tortura y de humillación, aceptada como tal por varias culturas de la antigüedad, entre ellas la de los judíos y romanos a quienes se dirige Jesús.

Jesús cambia con esa exigencia un instrumento bárbaro de suplicio en anuncio evangélico de salvación y de liberación de la raíz del mal. Esta raíz debía ser atacada en su origen que es el pecado del hombre, causa de su  muerte.

Ninguna filosofía, ni religión hasta ahora había tomado la cruz como distintivo suyo; no se trata de un simple masoquismo, ni estoicismo para probar la capacidad de una resistencia pasiva.

Aquí se trata de asumir la realidad para transformarla. Jesús tomó nuestra carne mortal para hacerla inmortal. Tocó un día el barro del camino y con él devolvió la vista a un ciego, tocó el pan y el vino y los transformó en su cuerpo y sangre.

Asumió nuestro dolor, clavándolo en la cruz, para que nosotros sus seguidores lo miremos a Él, antes de renegar y de lamentarnos de nuestras dolencias.

El término “asumir” es de transformación, uno asume lo que ama y así lo vuelve más llevadero y confiable. La cruz se nos volvió carga, castigo, y yugo y por eso la manera de llevarla es la resignación, que no siempre es palabra cristiana. Uno se resigna ante lo imposible y asume lo que  es posible con la gracia de Dios.

El título entonces de “cristiano” está bien marcado con la cruz de Cristo, que no “son dos palos cruzados. Hay que dar la vuelta y ver en ella al Jesús clavado por amor, entonces todo cambiará de sentido y lo comprenderemos mejor”, como escribía Teilhard Charlin.

Para seguir a Cristo ya sabemos las condiciones, asumámoslas con amor.

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