Con una calle de honor, entre aplausos, globos y lágrimas, fue dada de alta Isabella, quien a sus dos años ya batalló contra los pronósticos que no le daban esperanzas de vida por una grave cardiopatía congénita terminal.
“La niña empezó a ponérseme moradita en los labios, caminaba y se tocaba el corazoncito y decía ‘me pica, me pica’ y yo no sabía qué era”, cuenta Sandra Salamanca, madre de Isabela.
Milena Prada, cardióloga pediatra, afirma que la pequeña “ingresó a la clínica Imbanaco en agosto del año pasado con recaídas de falla cardiaca importantes”.
Isabella y su familia viven en Popayán , pero desde hace un año la vida les cambió, tuvieron que desplazarse hasta Cali para atender su enfermedad y, luego del diagnóstico, debieron someterse a la espera para lograr encontrar un donante de corazón. Después de seis meses, recibieron la noticia más anhelada.
“Recibí la llamada de la doctora Milena diciéndome que tenía que venirme urgente a la clínica porque había salido un donante para Isabella”, asegura Sandra.