Santiago Ospina López.
¿Le suena familiar el término “BlackRock”? Probablemente no, sin embargo, la estabilidad de millones de empresas y decenas de gobiernos, entre ellos el de Estados Unidos, depende directamente de su operación.
BlackRock es un fondo de inversión americano fundado en 1988, y en poco tiempo se ha convertido en uno de los fondos más influyentes del mundo. Su gestión financiera en el tiempo ha sido tan positiva que la rentabilidad generada sobre sus inversiones en las últimas décadas supera incluso la que ha generado el S&P 500, que es el índice que agrupa a las 500 empresas más grandes de los Estados Unidos.
El crecimiento financiero de BlackRock ha sido tan descomunal que la valorización de los activos que administra supera los 10.5 trillones de dólares, una cifra que, para dimensionarla, es mayor a la suma del PIB de todos los países del mundo juntos, exceptuando a China y Estados Unidos.
La influencia de la entidad ha sido lo suficientemente profunda como para tallar su nombre propio en el atlas de la economía global. Actualmente BlackRock tiene bajo su control al menos el 5% de la composición accionaria de 9 de cada 10 empresas pertenecientes al S&P 500, lo que le garantiza un puesto privilegiado en la junta directiva de las empresas que marcan el rumbo de las tendencias y los mercados.
Es tanta la dependencia de los gobiernos hacia BlackRock, que desde los 90’s el fondo mantiene una relación simbiótica con el Gobierno de los Estados Unidos, a quien definitivamente le conviene su estabilidad, ya que, además de ser fundamental en las empresas que lideran el crecimiento de la economía americana, también influye en intereses prioritarios como la tasa de desempleo, los fondos de pensión y la estabilidad del dólar. La magnitud de su operación, así como su blindaje financiero y gubernamental, ha expuesto a BlackRock a la luz pública, quien lo ha bautizado como: “el dueño del mundo”.
Pero ¿Qué tan positivo es que una sola empresa pueda influir en la estabilidad de los países más importantes?
Ante la clara omnipresencia de BlackRock en los gobiernos mundiales, me cuestiono constantemente si debemos los ciudadanos permitir que tanto poder se concentre en una sola entidad privada, dictando esta la estabilidad económica y política de naciones enteras. Estados Unidos, el padre del capitalismo y el sector privado moderno, parece haber olvidado su propia doctrina frente a este jugador. O quizá se le salió de las manos…
De cualquier manera, es necesario que los gobiernos, en especial el de Estados Unidos, generen controles más estrictos que eviten que intereses privados influyan en la soberanía económica, no solo de Estados Unidos, sino de un centenar de países. Permitir que BlackRock, o cualquier entidad similar, sea responsable de nuestra estabilidad económica, aumenta el riesgo de un efecto dominó cuya caída podría afectar a billones de ciudadanos en todo el mundo.
Con el aroma de un café huilense los saludo,
Santiago Ospina López.