Los indicadores económicos proferidos por el Dane y los centros de investigación económica existentes en el país han venido publicado recientemente los indicadores económicos, que empiezan a preocupar profundamente la salud de las finanzas públicas de la Nación. No queremos generar un pánico, a través de los juicios de valor que emitimos a través de estas líneas editoriales. Pero observamos que estos resultados son adversos para cualquier observador académico y para los gremios económicos que han empezado a sentir en sus balances contables, los efectos de la mala gestión de la política macroeconómica del país. Hemos sido reiterativos desde que asumió el poder el actual primer mandatario de los colombianos que la incoherencia en la aplicación incoherente de los instrumentos de la política macroeconómica del país, han sido funestos para el buen crecimiento económico que heredó del anterior gobierno.
El equipo económico del alto gobierno ha sido inferior a la realidad económica en se encuentra la dinámica productiva del país. Dichas decisiones tomadas, han sido erradas. Los resultados han sido adversos. El recorte del presupuesto general de la Nación en 20 billones de pesos realizado recientemente demuestra como los recaudos se redujeron dramáticamente durante el primer semestre del presente año y que de acuerdo con las proyecciones para el segundo semestre, se tendrán que recortar aproximadamente en más de $20 billones. Con ello se afecta la inversión pública para las regiones. Mientras el gasto público creció un 22%, el ingreso solo creció el 4%, demuestra que durante este gobierno no conocen la palabra austeridad. Un reporte de la Contraloría General de la Nación acaba de mostrar la magnitud del descalabro. Según la entidad, al cierre del primer semestre los ingresos del fisco cayeron en casi 20 por ciento frente a lo registrado un año atrás, un retroceso que no tiene paralelo, por lo menos en lo que va corrido del presente siglo.
No es descabellado que en un futuro no muy lejano habrá que volver a sacar la tijera. En términos prácticos, el gran impacto lo recibiría la inversión, pues el servicio de la deuda, los gastos de personal y las transferencias que se les hacen a las regiones son inflexibles. Pero los entes territoriales no pueden todavía cantar victoria. Si se sigue esa tendencia, pueden verse afectadas. No se ilusionen de mucho. Sin embargo, en estas materias vale más la prudencia. Y como si fuera poco, un nivel de déficit y de deuda pública que no está lejos de los máximos a los cuales se llegó durante la época de la pandemia, se traduce en una mayor percepción de riesgo que a su vez se expresa en un costo financiero más alto y una mayor devaluación del peso. Lo anterior afecta necesariamente el equilibrio que se debe tener en el manejo de las finanzas públicas nacionales.
