Por: Gerardo Aldana García
La semana que acaba de terminar ayer domingo 7 de julio, el Director del Departamento de Prosperidad Social – DPS, Gustavo Bolívar Moreno hizo declaraciones que generaron un importante debate en torno de la no fumigación de cultivos de hoja de coca, justificando el postulado en el hecho de que, durante los últimos dos años los productores de la materia prima de la cocaína, han venido sustituyendo este cultivo por el del cacao, lo cual ha traído, como unos de los beneficios, el descenso en el precio de la hoja de coca. El análisis que, en detalle pueden consultar los lectores en diferentes portales de internet como Infobae, señalan que, mientras un kilo de hoja de coca vale en el mercado $6.000, uno de cacao asciende a $32.500.; de entrada, una comparación de cifras que mostraría un evidente peso de razonabilidad al argumento. Ciertamente, los expertos, agrónomos como economistas, podrán verdaderamente hacer un juicio técnico-económico sobre la veracidad del planteamiento en términos de las exigencias de los dos cultivos, tales como mano de obra, requerimiento de agua, periodos de cosecha al año, manejo fitosanitario de plagas y enfermedades, precios de venta, canales de comercialización, mercado de competencia perfecta o por el contrario monopolios u oligopolios y, por ende, estabilidad de los mercados regionales, nacionales o internacionales.
En principio, el argumento de tener cacao en lugar de hoja de coca, se percibe claramente como conveniente para la sociedad en general. Este fragante y delicioso grano, llamado científicamente Teobroma Cacao o Bebida de los Dioses, según los griegos; o Cacahuat por los aztecas, seguidores de los mayas en el cultivo y uso de este fruto, tiene la fuerza milenaria; y luego centenaria muy propia de llenar tasas en comedores de todas las clases sociales en Colombia y el mundo, destacando como producto de primera necesidad en la canasta familiar, y, en sus más extraordinarias recetas gourmet en exclusivos restaurantes y tiendas de todos los continentes, convertido en chocolates, chocolatinas, bombones, postres, helados, etc, todos de especial ensueño, capaz de provocar experiencias impensadas y que haría posible desde la imaginación, la atracción de paraísos de sabores como el de la casita de chocolate en el cuento de hadas titulado Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En la Viena imperial de los Habsburgo, como en la Suiza de extraordinarios relojes y deliciosos quesos, ya se sentía el aroma del chocolate, heredando al paladar moderno de millones de europeos el gusto por este alimento en colores tan atractivos como su sabor. Este cacao producido en regiones como Latinoamérica y África y algunos países de lejano oriente como Indonesia, Malasia y Nueva Ginea, es sin duda una bebida que se demanda, se disfruta y, lo más importante: está hecha para la vida.
En cambio, qué decir de la hoja de coca; sin duda, un vegetal cuyo uso en culturas prehispánicas fue sagrado, con excepcionales beneficios medicinales ancestrales y modernos en el tratamiento de enfermedades, y lógicamente de gran valor a la hora de producir bebidas de consumo legal como algunas llamadas colas que, desde principios de siglo XX sólo utilizan un extracto descocainizado, como aromatizante. Este uso circula en los mercados de diversos países bajo la restricción y control de los gobiernos, lo que garantiza claramente que, industrias como la farmacéutica dispongan para el público en general y la demanda médica y quirúrgica, productos esenciales para la vida. En otro perfil de los tantos que tiene el prisma del uso de la hoja de coca, se encuentra el apabullante y mortífero mundo de las drogas alucinógenas, generadoras de experiencias extra normales en la población, siendo los jóvenes los más demandantes, padeciendo los efectos nocivos que, a diario son divulgados por médicos y medios de comunicación, configurando luego una población de adultos enfermos en su psiquis y anatomía, los que a la vez engendran hijos que sufrirán terribles dramas por la adicción de sus padres. La estabilidad humana y los valores de la sociedad, incluyendo la vida propia, son amenazados a diario por el inadecuado uso de los derivados del árbol que los científicos llaman Erythroxylum coca var. Así las cosas, la hoja de coca tiene la gracia de generar vida, desde varias aristas del prisma de su uso, y muerte, desde muchas otras.
Es del caso señalar que, los cacaocultores colombianos viven una luna de miel con el mercado desde mediados de marzo de 2024 cuando el precio del kilo del grano se ubicó en $18.881.70, manteniendo fluctuaciones por encima de este valor que, al cierre del mes de junio del mismo año, ascendió a $32.950.70 (Fuente: Industria Nacional – Fedecacao – Exportadores. Cálculos: Dirección de Cadenas Agrícolas y Forestales).
En todo caso y volviendo al planteamiento del Director del DPS, es de suma importancia tener en cuenta que, si bien cierto resulta conveniente la sustitución del cultivo de coca por cacao, es un hecho cierto que en zonas de producción del primero, las cuales tienen perfil agroclimático para el cultivo del segundo, existen fuerzas poderosas, armadas, de alta acción coercitiva que obligan a los productores a sembrar coca, so pena de padecer sanciones como el desplazamiento forzado o la misma muerte. Adicionalmente, mientras se dan las confrontaciones entre efectivos militares de un Estado que cedió por negligencia el gobierno de vastos territorios aptos para el cultivo de coca, versus la fuerza armada de los grupos al margen de la ley, se dibuja otro matiz de la opresión del agricultor y su familia, quienes son víctimas a diario del nefasto flagelo del negocio del narcotráfico y sus tentáculos en todo tipo de esferas sociales, como también en las de corrupción en instancias del gobierno y sus poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
