Edna Yolima Calderón Ome
Colombia, reconocida como la cuna del mejor café arábigo suave lavado del mundo, se encuentra en medio de una transformación en su panorama cafetero. Un reciente hito ha marcado el camino hacia un nuevo capítulo en la historia del café colombiano: la notable disminución del 50% en las importaciones de café (datos a julio de 2023). Este acontecimiento no solo refleja la preferencia por nuestra propia cosecha entre los consumidores nacionales, sino que también resalta un aumento en el consumo per cápita, mostrando el arraigo profundo que esta bebida tiene en nuestra sociedad.
Esta disminución en las importaciones llega en un momento en que la producción local se ha mantenido estable a pesar de los desafíos climáticos. Esta armonía ha permitido que Colombia afiance su identidad como líder en la industria cafetera sin comprometer la calidad. Aunque en los últimos 12 meses, ha descendido un 12% frente al mismo periodo del año anterior, pasando de 12 millones de sacos a 10,6 millones (agosto de 2023).
Además, el valor añadido al consumo de cafés especiales no puede pasarse por alto. A pesar de su necesidad de una mayor inversión y, a veces, equipos específicos para su preparación, Colombia está emergiendo con destreza en este campo. El crecimiento exponencial del consumo interno de café especial atestigua el paladar cada vez más refinado de los colombianos, que aprecian los matices y la calidad superior que estas variedades ofrecen.
Es esencial comprender que este cambio no solo representa una disminución en las importaciones, sino un cambio cultural en la valoración de nuestra propia producción. Al fomentar el consumo de cafés con el sello de Café de Colombia, no solo impulsamos la economía interna, sino que también celebramos la excelencia y el legado que cada taza representa.
El incremento constante en el consumo interno de café en Colombia, duplicando la cantidad consumida hace dos décadas según la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), no solo refleja el arraigo cultural del café en la sociedad colombiana, sino también un cambio hacia variedades más especializadas y de alta calidad.
Aunque ha habido fluctuaciones en la producción debido a condiciones climáticas adversas, el reciente aumento del 30% en octubre, alcanzando 1,2 millones de sacos, resalta la resiliencia del país en este ámbito.
Las exportaciones colombianas de café han sido consistentes, manteniendo la reputación del café colombiano como un producto de alta calidad y sabor inigualable en el mercado internacional, a pesar de algunas fluctuaciones.
El impulso hacia el consumo de cafés especiales no solo representa un desafío, sino también una mayor apreciación por la excelencia y la diversidad que ofrece el café colombiano. Este cambio no solo se refleja en números, sino que tiene un impacto social y económico significativo, abriendo oportunidades para las futuras generaciones de profesionales dedicados al café.