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Caminar en una vida nueva, redescubriendo el Bautismo

Mar 9, 2024

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“El perdón divino nos hace nuevos de nuevo. Nos limpia por dentro, devolviéndonos a la condición del renacimiento bautismal: hace que las aguas frescas de la gracia fluyan de nuevo en el corazón, reseco por la tristeza y empolvado por los pecados; quita las cenizas de las brasas del alma, limpia esas manchas interiores que nos impiden confiar en Dios, abrazar a nuestros hermanos y hermanas, amarnos a nosotros mismos”, fueron las palabras del Papa Francisco en su homilía en la celebración Penitencial, ante los fieles parroquianos de la Iglesia de San Pío V de Roma. Les recordó el texto bíblico en el que el apóstol Pablo, decía a los primeros cristianos de esta Iglesia romana, “podemos caminar en una vida nueva”.

La vida nueva que nace del Bautismo

Pero Francisco cuestiona a los presentes: ¿cuál es la vida nueva de la que habla Pablo? Es la vida que nace del Bautismo, dijo, que nos sumerge en la muerte y resurrección de Jesús y nos hace para siempre hijos de Dios, hijos de la resurrección destinados a la vida eterna, orientada a las cosas de arriba.

“Es la vida que nos hace avanzar hacia nuestra identidad más verdadera, la de ser hijos predilectos del Padre, de modo que toda tristeza y obstáculo, todo trabajo y tribulación no puedan prevalecer sobre esta maravillosa realidad que nos funda”.

La vida nueva asociada al verbo caminar

Francisco recordó las palabras de San Pablo, que asocia la ‘vida nueva’ al verbo ‘caminar’. La vida nueva, dijo el Papa, iniciada en el Bautismo, camino.

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«Y en esto no hay jubilación: nadie en este camino se jubila, siempre hay que seguir adelante», dijo Francisco.

“Y después de tantos pasos en el camino, tal vez hemos perdido de vista la vida santa que fluye dentro de nosotros: día tras día, inmersos en un ritmo repetitivo, atrapados en mil cosas, aturdidos por tantos mensajes, buscamos por todas partes satisfacciones y novedades, estímulos y sensaciones positivas, pero olvidamos que ya fluye dentro de nosotros una vida nueva que, como brasas bajo las cenizas, está a la espera de arder y de iluminarlo todo. Cuando estamos ocupados con tantas cosas, ¿pensamos en el Espíritu Santo que está dentro de nosotros y nos guía? A mí me pasa muchas veces que no pienso: es malo. Estar así en tantos afanes hace que nos desbordemos y olvidemos el verdadero camino que llevamos en la vida nueva”

¿Cuál es el camino para volver a la senda de la vida nueva?

Es el camino del perdón de Dios, responde Francisco a esta pregunta: Es el camino del perdón de Dios. Pongan esto en vuestra mente y en vuestro corazón: Dios nunca se cansa de perdonar. ¿Cuál es el drama? Que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Nos cansamos de pedir perdón -repitió el Papa- pero Él nunca se cansa de perdonar.

“Esto es lo que hace el perdón de Dios: nos devuelve una vida nueva y una mirada nueva. No es casualidad que en el Evangelio que hemos escuchado Jesús proclame: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8). Sólo se ve a Dios si el corazón está purificado. Pero, ¿quién puede hacerlo? Nuestro compromiso es necesario, pero no es suficiente; sólo Dios conoce y sana el corazón, sólo Él puede librarlo del mal. Para ello, debemos llevarle nuestro corazón abierto y contrito; debemos imitar al leproso del Evangelio, que le reza así: «¡Si quieres, puedes limpiarme!». (Mc 1, 40)», dijo Francisco.

Dios nos quiere renovados

El Papa confirmó que Dios nos quiere renovados, libres y ligeros por dentro, felices y en camino, no aparcados en los caminos de la vida.

“Él sabe lo fácil que es para nosotros tropezar, caer y abatirnos, y quiere que nos volvamos a levantar. He visto un cuadro precioso en el que el Señor se inclina para levantarnos, para nosotros: y esto es lo que hace el Señor cada vez que nos confesamos. No lo entristezcamos, no posterguemos el encuentro con su perdón, porque sólo si Él nos pone de pie podremos retomar el camino y ver la derrota de nuestro pecado, borrado para siempre”.

Y luego se dirigió a los sacerdotes:

“Vayamos, pues, a recibir el perdón de Dios, y sintámonos nosotros, que lo administramos, dispensadores de la alegría del Padre que encuentra a su hijo perdido; sintamos que nuestras manos, puestas sobre las cabezas de los fieles, son las traspasadas por la misericordia de Jesús, que transforma las llagas del pecado en canales de misericordia; sintamos que el ‘perdón y la paz’ que proclamamos son la caricia del Espíritu Santo en el corazón de los fieles. Perdonemos, queridos hermanos sacerdotes, y reencontrémonos con nosotros mismos; concedamos siempre el perdón a quien lo pide, y ayudemos a quienes sienten miedo a acercarse con confianza al sacramento de la curación y de la alegría. Pongamos de nuevo el perdón de Dios en el centro de la Iglesia”.

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