Por Margarita Suárez
Recuerdo desde niña al inolvidable Cantinflas. En el hoy derrumbado Teatro “Alcázar” de Garzón, vimos sus sensacionales películas. Colombia vivía una época de amor por el cine azteca. En nuestro caso, nos atraían más las historias de Cantinflas que las cintas de los cantantes meros machos mejicanos, como Miguel Aceves Mejía, Pedro Infante o Jorge Negrete, que eran pura bala y romances difíciles. Nos encantaba el humor, la chispa del personaje que creó Mario Moreno y las enseñanzas que dejaban sus películas, donde siempre había una moraleja que invitaba a hacer las cosas al derecho. Los malos siempre la pagaban caro en sus versiones cinematográficas. El genial Cantinflas seducía por su versatilidad.
Actor, torero, cómico, guionista, mimo, productor, comediante y en todo era exitoso. Logró identidad inconfundible en su personaje de Cantinflas, con su atuendo de pantalón descaderado y camiseta de franela y manga larga pegada al cuerpo, su gorra, su “cinturón”, su baile, sus gestos, su bigotico, su forma de hablar y construir diálogos. Tan particular que surgió un nuevo término en el léxico español llamado “cantinflesco”, para calificar a quien habla mucho y no dice nada. Con esa admiración por el más grande artista que ha dado Méjico, recibí la noticia que conocería a Mario Moreno en el año 1978. La revista Cromos, donde laboraba, me comisionó para viajar a Nueva York, a cubrir la entrega de premios de la ACE – Asociación de Cronistas del Espectáculo de Nueva York-, donde estaba nominado el compositor Jorge Villamil y se entregaría el premio a toda una vida al gran Mario Moreno.
Las celebridades y los periodistas invitados fuimos hospedados en el New York Hilton, en cuyo auditorio se realizó el evento de premiación. Tuve el privilegio de estar muy cerca de Mario Moreno, quien en ambiente social marcaba diferencia abismal con su personaje de ficción. Serio, bien vestido, distante, poco conversador, fumador empedernido, inspiraba respeto y admiración. Al recibir el premio volvió a ser Cantinflas. Pronunció desde la tarima un trabalenguas, muy a su estilo: “Felicito a la ACE porque sabe lo que hace, me hace muy feliz este galardón de quien lo hace”. El público presente en el Hotel New York Hilton estalló en risas.