Por: Gerardo Aldana García
A Carlos Alberto Celis Victoria, tengo la gratísima experiencia de conocerlo hace cerca de quince años. Y si bien es cierto que es un prominente cirujano especializado en medicina vascular, con ejecutorias en el emprendimiento clínico de soporte para el tratamiento de enfermedades asociadas al corazón y el sistema circulatorio, debemos resaltar igualmente que es un hombre de letras, novelista y poeta, ganador de la Bienal de Novela José Eustasio Rivera en el año 2008 con la obra El Amor No Existe.
Recuerdo que en 2009 Carlos Alberto acompañó la delegación cultural que tuve la oportunidad de coordinar por los países de Austria, Hungría y República Checa, haciéndonos disfrutar a quienes hacíamos parte del periplo, no solo de la sutileza de su lenguaje coloquial permeado de dosis de simpatía, tolerancia, amenidad y desinterés por la materialidad, sino también de su sentido de percepción de imágenes y significados en donde la manifestación de amor hacia los semejantes y hacia una inteligencia superior, quizás una deidad pletórica de comprensión, se convertían en inspiración para lo escribe y para sus actos.
De ese periplo recuerdo tanto su alocución ante el cuerpo diplomático acreditado en Viena, que una noche de mayo llegó al auditorio de la Cámara de Comercio de la capital austriaca, a presenciar la muestra cultural del Huila, y para dar apertura, Carlos Alberto cautivaba a los asistentes con relatos sobre la obra poética y novelista del escritor José Eustasio Rivera.
Fue bello y edificante sentirme acompañado de Carlos Alberto; ahora en Viena como en Graz y luego en Budapest, la ciudad de dos caras que se hermana por el poderoso río Danubio y en donde nuestro preciado vate nos invitaba a descubrir no solo la belleza de Sissi, ñla emperatriz de Austria y Reina de Hungría, sino también las huellas de dolor que la segunda guerra mundial dejó indelebles en la memoria de aquel apacible caudal y que decenas de muros aún conservaban en murales de bajo de relieve esculpidos por los cañones y fusiles de Hitler y sus ejércitos. Debo decir que, a nuestra llegada a Salzburgo, en el portal de una ciudad que parecía un gigantesco castillo, los carruajes alados por caballos eran apenas la música que se sentía al unísono de tintineantes cascos sobre las calles adoquinadas en materiales como piedra caliza. La compañía de este hombre dedicado a la fineza de una práctica médica vascular, en connubio con la delicadeza al escribir un verso lleno de ritmo y armonía, nos llevaba ansiosos al hogar del gran compositor Mozart; y allí entre el guion de un anfitrión, yo apenas imaginaba lo que Carlos Alberto estaría descifrando para su mundo divergente y a la vez, quizás, convergente de mensajes para su propia vida exploradora de mundos.
Con el paso del tiempo se puede verificar que, como dice el propio Carlos Alberto, la poesía todo lo acaricia, lo permea, lo llena, bien sea por la sutil presión sobre el bisturí que desprende aquello que perturba o por la forma como un buen ser humano se comporta para lograr armonía consigo mismo, con su entorno y con los poderes incognoscibles que, ocultos parecen enviar señales orientadoras a quien busca. Y eso se puede ver en la nueva faceta de Carlos Alberto; en realidad, tal vez no sea nueva para él, pero si para el mundo que lo rodea. Hablo de la música que se compone y se canta. Resulta de gratísima impresión saber que nuestro querido amigo ha escrito alrededor de ochenta canciones en diferentes géneros como balada, rock, pop, popular, ranchera, salsa, vallenato y también de música espiritual o góspel, como se conoce del término anglicano. De hecho, llama poderosamente que en sus composiciones se advierte de forma plácidamente recurrente, su proclividad hacia el amor a un ser superior, por lo que suele pintar sus labios con palabras que animan la paz. La expresión musical de Carlos Alberto tiene la virtud de recoger la creación del poeta y novelista, con la sensibilidad del músico, lo que lleva a concebir y lograr que cerca de quince de sus obras ya suenen en redes sociales como Spotify y Youtube, entre otras, permitiendo a los melómanos disfrutar de los colores de la vida y del cielo.
En Carlos Alberto Celis Victoria se advierte la coherencia entre pensamiento, sentimiento y acción, lo que evidencia en su vida diaria a un ser empático y servicial, profesional y exigente consigo mismo, todo por cuenta de un vibrar no descriptible, que parece habita en su interior, en donde siempre hay ritmo, armonía y verso; siempre poesía.