La democracia colombiana está bajo ataque. Se está fraguando una agresión bien concertada y planeada hasta en el último detalle contra el gobierno legítimo de Iván Duque, coordinada por los comunistas de siempre, los que se tomaron a Cuba, Nicaragua y Venezuela y tienen avasallados a sus pueblos bajo sus falsas premisas de igualdad social. Los mismos que pretendieron tomarse a Colombia el 9 de abril de 1948 y gracias a Dios, no pudieron porque había gobierno.
Lo que ha ocurrido en Colombia no tiene nada de espontáneo, ni mucho menos es una revuelta netamente colombiana. Esta supuesta explosión de furia del pueblo es algo calculado y ejecutado con maestría por quienes pretenden establecer regímenes comunistas en todo el continente. El mismo propósito que mantuvieron, aupados por La Internacional Socialista en el siglo XX. Es la resurrección del “monstruo comunista”, que el mundo creyó haber aplastado después de la caída del Muro de Berlín.
Jóvenes bien entrenados se mezclan entre manifestantes pacíficos y destruyen, incendian e insultan a la policía y actúan con gran sagacidad para causar el mayor daño posible.
Saben muy bien que si bloquean las vías de acceso a las ciudades, estrangulan sus líneas de alimentación y otros servicios urgentes, sitiándola, como se ha hecho desde siempre para tomarse un pueblo.
Estos supuestos “redentores” saben lo que hacen; de espontáneos no tiene nada. Algunos jóvenes ilusos (como todos fuimos), se convierten en arma de profesores, curtidos revolucionarios, atornillados en las universidades desde hace décadas.
Este es el mismo movimiento bien coordinado que ha venido agitando la estabilidad en otros países como Francia, España y Chile, el país que más ha avanzado en su lucha contra la pobreza en el continente latinoamericano, pero el cual la izquierda quiere tomarse a toda costa.
Es claro que escogieron el momento oportuno para manifestarse. La pandemia tiene a toda la nación al borde de “un estado de histeria” y con razón. El encierro general, causante de tanta soledad, pérdida de empleos, quiebra de negocios, muertes, pobreza, hambre y angustias ha sido doloroso. Pero, en las mismas está todo el planeta. Aún, con peores consecuencias en algunos países como India y Brasil; sin embargo, no hay revueltas.
No hay otro país donde el pueblo haya resuelto echarle la culpa al gobierno de todo lo ocurrido durante la pandemia. Pero si no hubiera cerrado entonces hoy estaríamos mucho peor: más muertos y enfermos en las clínicas.
No, esto es un movimiento puramente político, promovido por los enemigos de la democracia. Ahí está la mano de Maduro, el peor enemigo de la democracia colombiana. Ahí está la mano de Petro cumpliendo su nefasta promesa, luego de haber sido ampliamente derrotado por Iván Duque en las urnas, de mantener permanentes revueltas en las calles.
Petro, hoy, asesorado por expertos internacionales en imagen se viste y actúa como un estadista, pero en el fondo sigue siendo y siempre será, el mismo guerrillero, el mismo criminal, de siempre y está ganando la partida.
Lo peor es su capacidad de mover la prensa internacional en contra de nuestra democracia. Qué buen trabajo han hecho él y los de las FARC para lograrlo. Qué mal trabajo ha hecho el gobierno para contrarrestarlos. ¡Estamos mudos internacionalmente! Pónganse las pilas a nos lleva el Petro.