Aníbal Charry González
Por estas calendas de Semana Santa, que los creyentes siempre dicen que son para reflexionar pero nunca lo hacen dedicados al ocio y al jolgorio, releyendo el libro “Cuando Colombia se Desangró” del escritor James Henderson -que es un estudio de la Violencia en este martirizado país que sigue desangrándose sin remedio-, y cuando el presidente Petro plantea un diálogo permanente para desentrañar las causas de la atroz violencia que hemos padecido y seguimos padeciendo, pertinente resulta a modo aquí sí de reflexión, citar lo que el autor mencionado atribuyó como causa fundamental de la Violencia que consideró una guerra civil no declarada, única en su género que tuvo lugar entre los años 1946 y 1965 que nos dejó mal contados 300.000 muertos.
“Y la Violencia en Colombia era eminentemente política, el fruto de cien años de lucha entre los partidos liberal y conservador por el dominio del gobierno nacional. A través de un proceso cuya dinámica no ha sido aún entendida plenamente, estos dos partidos llegaron a enrolar a todos los colombianos, grandes y humildes en sus filas. Fue tan intensa la polarización de los ciudadanos, y tan agudo su enfrentamiento, que algunos se han referido a tales agrupaciones políticas como sistemas de “odios heredados”. Estos odios puestos al rojo vivo…desencadenaron la Violencia”. Después de la revolución mexicana de 1910, la Violencia en Colombia fue la más, larga y destructiva guerra civil que haya sobrevenido a nación alguna del Hemisferio Occidental durante el siglo XX”.
Lo anterior generó que surgieran diferentes versiones de la matanza entre liberales y conservadores, al punto que Germán Arciniegas un ilustre liberal sostuvo que “un grupo reaccionario y “neofascista”, encabezado por Laureano Gómez, empleó tanto al ejército como a la policía para “cometer el crimen de genocidio en el campo”. Lo cual fue cierto. Y a su vez varios escritores conservadores como Rafael Azula afirmaran cínicamente que “la Violencia fue un complot comunista para destruir la civilización colombiana, y que los liberales fueron cómplices del comunismo”.
Y ahí seguimos invictos en todas las formas de violencia, clamando estérilmente por la paz que es un derecho y un deber que se quedó diseñado apenas en el papel de la Constitución, donde se continúa aupando el odio polarizante de la derecha contra la izquierda invocando el trasnochado comunismo haciendo imposible el Gobierno del presidente Petro con mendacidades sostenidas por la violenta y pérfida Cabal, que vociferaba en las marchas contra el gobierno cínicamente que no se iban a dejar robar el país, cuando sabemos que ha sido esa clase politiquera y violenta la que se lo ha robado sistemáticamente, tratando de hacer creer además marrulleramente con la manipulación sicológica a través de los medios y la tecnología a una sociedad desmemoriada y cómplice de la corrupción y la violencia, que son ellos los que tienen que seguir gobernando como salvadores de la violencia y la corrupción generalizada que han creado durante más de 200 años, manteniendo el odio político como instrumento infame para seguir en el poder en su protervo beneficio.