No soplan buenos vientos para navegar los turbulentos mares de la geopolítica actual. En los últimos días, los principales mercados financieros han experimentado una fase de alta volatilidad que ha generado desconfianza y pánico entre los inversionistas.
Además del ya maduro conflicto entre Ucrania y Rusia, en Estados Unidos la inflación sigue por encima de los objetivos de la Reserva Federal, y como si fuera poco, en Asia se especula sobre una posible caída del sector inmobiliario chino. Y aún peor, esta semana la Bolsa de Tokio sufrió su mayor golpe desde 1987, gota derramó el vaso de la incertidumbre financiera global.
¿Por qué Japón?
La combinación de inestabilidad económica japonesa, sumada a las tensiones comerciales en la región, están provocado una venta masiva de acciones en la Bolsa de Tokio. Factores como el decrecimiento de la demanda interna, sobrecostos en la cadena de suministro y la incertidumbre sobre la recuperación económica nacional, han sido como leña al fuego para esta situación, posicionando el índice Nikkei a mínimos que no se veían hace décadas.
¿Y qué tiene que ver Colombia en todo esto?
En las próximas semanas, los especuladores afirman que se mantendrá un alto nivel de volatilidad, mientras los mercados se ajustan al contexto actual. Los inversores buscarán refugio en activos más seguros, lo que influirá en los mercados globales y, en particular, en economías emergentes como la colombiana.
Realmente para los intereses de Colombia, este evento trae consigo escenarios tanto negativos como positivos. La incertidumbre de la bolsa japonesa puede debilitar el yen, y la depreciación del yen afectaría la valorización del peso colombiano frente al dólar ya que los inversores, por precaución, suelen retirar sus fondos de monedas emergentes y refugiarse en el dólar. En Colombia este efecto encarecería las importaciones y añadiría presión a la ya desorbitada inflación interna. Sin embargo, el petróleo es uno de los principales productos de exportación de Colombia, y este posiblemente se beneficiaría si los inversores buscan alternativas más estables. Además, la depreciación del peso puede hacer que las exportaciones colombianas sean más competitivas, beneficiando industrias como la agrícola, textil, el sector minero y el sector de servicios.
En mi opinión, fuera de los supuestos, esta situación revela la necesidad urgente de diversificar nuestras inversiones y fortalecer la economía local para resistir fluctuaciones externas. La dependencia excesiva de mercados volátiles nos hace vulnerables, lo hemos aprendido con el café, pero las acciones que toman desde el Gobierno para contrarrestar la situación aún no se perciben. Es necesario que el gobierno invite e incentive al sector privado a trabajar en conjunto en el objetivo de crear un entorno económico más diversificado y resiliente, capaz de aprovechar oportunidades y mitigar riesgos en tiempos de incertidumbre.
La caída de la bolsa japonesa enciende una alerta de la fragilidad de los mercados globales y la influencia de estos sobre la economía colombiana.
¿Qué tan preparados estamos hoy para afrontar un escenario similar?
