Según el Diccionario de la Academia de la Lengua Española, tolerancia es el respeto y consideración hacia las personas o prácticas de los demás, aunque sea diferentes de las nuestras; como tal, es un valor fundamental para la convivencia pacífica de los seres humanos. Tiene que ver con el reconocimiento de los otros, con derecho a ser aceptados en su individualidad y su diferencia. Los tolerantes son respetuosos, pacientes, comprensivos, indulgentes, amables, amistosos, compasivos y serenos; valdría la pena que nosotros nos midiéramos con termómetro como estamos frente a estos calificativos.
Expertos afirman que la mayor muestra de intolerancia es la tendencia a la agresividad, la cual va en aumento principalmente en el hogar. “Resolver diferencias a través del diálogo y la concertación sigue siendo una dificultad para los colombianos, pues a pesar de las campañas de sensibilización que se promueven en el país contra la intolerancia, este sigue siendo un tema alarmante en nuestra sociedad”.
Andrés Nieto, experto en seguridad de la Universidad Central, dice que” los casos de intolerancia son un escenario común, especialmente en el hogar, la vía pública, el servicio de transporte, la vecindad, e incluso el ámbito laboral”, y yo agrego: de quienes ejercen la política, como lo estamos observando en esta campaña electoral en que se presentan episodios de agresividad verbal e irrespeto por el contrincante, proyectando una mala imagen del político pero ante todo, trasmitiendo un pésimo ejemplo a la ciudadanía, aumentando otra falencia más a las que les venimos reprochando. Nieto afirmó que” es preocupante que el escenario más común en que se presentan actos de intolerancia es el hogar; en Colombia. “Lastimosamente el espacio donde debe estar la persona más tranquila o estar en su zona de confort, resulta siendo el espacio más peligroso y de mayor confrontación”.
Para Fabián Sanabria, Doctor en Sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, “Colombia ha sido un país muy intolerante hacia el otro, hacia la diversidad, hacia la diferencia, el color, el sabor, el olor, el valor y el expresarse diferente, cuyo panorama hace parte de la historia de nuestro país y se sigue acentuando. Señaló que “con esta polarización tan feroz que azota al país en donde aparece claramente dividido, si no aprendemos del otro ni a reconocer al otro y evidentemente a valorar la diferencia, la diversidad, sabiendo que este es un arco iris, pues Colombia se va a debatir siempre, entre esto y aquello. Es muy fácil decir yo te tolero, yo te aguanto, es como una especie de virtud cristiana en la que al otro hay que respetarlo y reconocerlo, y ojalá valorarlo en su diferencia”.
Sanabria consideró que al país le quedan “años luz” para tratar de avanzar en el reconocimiento y la valoración de lo diverso, y la tarea para resolver las diferencias radica en la cultura y la educación. “Desde la más temprana infancia se nos imponen modos de sentir, pensar y actuar que luego se reafirman en la escuela, en el colegio y en la universidad o en la vida profesional para aceptar, reconocer y valorar al otro o para despreciarlo, rechazarlo, para creernos de mejor familia, o decir el ya popularmente famoso “usted no sabe quién soy yo”. Si no apostamos decididamente por la cultura y por la educación en Colombia, vamos a seguir siendo uno de los países más intolerantes del mundo”. Nos queda solo un camino: la educación en valores desde el hogar.
