Por: Aníbal Charry González
El escritor e historiador colombiano Eduardo Sáenz Rovner, uno de los más destacados investigadores del narcotráfico en América, y por supuesto de este martirizado país de todas las violencias, en un libro que es considerado como la biblia del narcotráfico, cuenta la historia de esta plaga que nos ha causado toda suerte de males de la mano de la clase política que vive pregonando luchar contra ella, cuando ha hecho parte de su derrotero corrompiendo absolutamente todo y que ha llamado la “Conexión Colombia”, para contar la siniestra historia del narcotráfico entre los años 30 y los años 90, haciendo precisiones sobre su origen y desarrollo.
Para empezar en una entrevista que le hizo El Espectador sobre la reciente noticia de la liberación de archivos confidenciales de Estados Unidos en la presidencia de Jimmy Carter, en la que se divulga una posible corrupción por narcotráfico de los gobiernos de Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay Ayala, el investigador respondió que por supuesto tenían asidero con fundamento en el “memorando Bourne” escrito por Peter Bourne, quien era asesor de drogas del gobierno de Carter, que rotundamente sostuvo “que el problema de Colombia era que el narcotráfico estaba permeando todo, creando grupos criminales que podían, como en efecto sucedió, tener un gran impacto negativo sobre la política y la sociedad colombiana”. Verdad de a puño que se mantiene incólume hasta nuestros días al punto que hemos elegido presidentes financiados por la mafia del narcotráfico y con grandes vínculos con ella, lo cual poco ha importado a la misma sociedad narcotizada, que ha creído que el narcotráfico ha traído progreso y desarrollo producto de nuestra economía subterránea.
Y fue mucho más atrás al precisar que la historia del narcotráfico no comenzó a finales de 1960 con la bonanza marimbera, sino en los años 30 con 2 hermanos colombianos de la élite antioqueña Rafael y Tomas Herrán Olózaga, tataranietos de Tomás Cipriano de Mosquera y bisnietos de Pedro Alcántara Herrán -ambos presidentes de Colombia durante el siglo XIX-que fueron capturados en La Habana-Cuba con un cargamento avaluado en US $16.000 dólares, quienes confesaron además haber transportado drogas desde 1948. Mejor dicho, aseguró el autor, que desde 1930 ya se cultivaba marihuana en varias zonas del país y se contrabandeaba con morfina producto de ese espíritu emprendedor para lo ilícito de las élites, desmintiendo que el narcotráfico haya sido un problema de familias pobres que han querido superar su pobreza con el narcotráfico.
Por eso el autor aclara con razón que nosotros no hemos sido víctimas de los gringos como se suele sostener, sino que hemos sido actores principales en el narcotráfico con origen en la clase política y las élites empresariales que han “ganado por las buenas o por las malas”, convirtiendo a este país en un auténtico narcoestado, al cual está combatiendo de frente el presidente Petro incautando toneladas de droga sin antecedentes en nuestra historia, tratando de aniquilar el negocio infame que ha permeado todas las esferas de la sociedad, y por lo cual muchos vociferan “fuera Petro”.
Puede leer: Neiva, epicentro del terrorismo
