Las facetas de la demagogia en la democracia son tristes y lamentables. Esperamos no equivocarnos cuando descubrimos que estas elecciones para el Congreso de la República, no ofrecen las más mínimas posibilidades de un cambio o una estrategia para sanear parte de los problemas internos que vive la clase política y mucho menos, que haya posibilidad, por mínima que sea, de vientos de progreso y de apoyo a las comunidades colombianas, por cuanto, esa no ha sido, no será y no hay esperanzas de que algún día, eso se logre para la sociedad colombiana, en estos procesos supuestamente democráticos.
La clase política que no se descuida y que sabe organizar muy bien su estrategia para perpetuarse en el poder, ha establecido un disfraz con el que se viene engañando a la opinión nacional, bajo el pretexto del desarrollo de tres consultas de grupos o políticos que aspiran a la presidencia de la república, y entre esos tres grupos de opinión política que se viene desarrollando con el apoyo de todos los medios de comunicación y de las redes sociales y de los corrillos y propaganda electoral sin cuartel, se ha evaporado el principal fenómeno que nos convoca, como lo es la elección del Congreso de la República.
Tres coaliciones que no necesita COLOMBIA. Tres coaliciones que le están haciendo un daño enorme a la democracia y que están suplantando y ocultando los fenómenos que se están organizando en la compra de votos, en el engaño al elector, en los distractores que se presentan a lo largo de la geografía nacional, para que todos esos politiqueros de pacotilla que hoy aspiran a direccionar el órgano legislativo de nuestro país, se desmorone, se reivindique por la corrupción y se perpetúe en su rol de ser la base de la desinstitucionalización y del caos interno de burocracia que alimenta la corrupción que hoy nos gobierna.
Si las comunidades alcanzan a entender este mensaje, de seguro que el índice de abstencionismo ha de reivindicarse de nuevo para que sea superior al número de electores, con la salvedad de que, en este fenómeno, no ha de tenerse el cuenta los votos que se depositen por las consultas, sino solo aquellas que hayan de refrendar la elección al CONGRESO DE LA REPUBLICA.
Y desafortunadamente nuestra frágil democracia, ha llegado a considerar que el voto en blanco, solo vale en la medida en la que se marca la casilla para ello. Es equivocada por muy constitucional que sea la jurisprudencia que lo avala, ya que un tarjetón no marcado, es un tarjetón en blanco, lo cual ha de diferir de los votos anulados, en suma, con los votos en blanco, los votos no marcados indican que nuestra democracia no tiene la fortaleza y la versatilidad para poder indicar en una sumatoria, una decisión de rechazo, como lo es, a los candidatos que se presentan a dicho proceso electoral.
Hemos seguido de cerca los medios de comunicación, la forma como se han popularizado los procesos de aval a las candidaturas para los cuerpos colegiados, la forma como no se ha podido canalizar el fenómeno de las listas cerradas y lo que es más dramático y peligroso como sucede en todo el territorio colombiano, la pantomima que organizan muchos candidatos al ir de bando en bando, de partido en partido, brincando como prostitutas de cuarto en cuarto, para buscar la bendición de su postulación a estas corporaciones.
El índice de reconocimiento de los candidatos al Congreso de la República y las propuestas de los que se han postulado a la consulta para la Presidencia, han terminado por esconder las falacias de la democracia y la transparencia e importancia de sus posturas a dicha representación popular. Es triste y se dice que es democracia, pero cuándo entenderemos que son estrategias para ocultar el desgaste institucional que vivimos.