ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Sin nenesidad de realizar un profundo análisis de lo que ocurre hoy en la actualidad nacional, es inevitable concluir que estamos frente a la inequívoca realidad de la disyuntiva propuesta.
El consenso es la fórmula política que permitiría corregir el rumbo equivocado que le ha imprimido al gobierno el presidente Petro. Los indicadores económicos peristen en un nivel de franco deterioro, donde el empleo y la productividad empresarial siguen generando desconcierto e incertidumbre, hecho que se demuestra no solamente con las cifras, si no también con el incremento de quienes salen del país buscando mejores oportunidades.
La terca persistencia del presidente en su política de paz total que a su vez se refleja en el desmantelamiento y pasividad de las fuerzas militares y de policía, constituyen sin duda alguna muy preocupantes expectativas en relación con el crecimiento de la violencia y de la criminalidad.
Las dificultades fiscales de la Nación que se ven incrementadas con las recientes decisiones de la Corte Constitucional en materia tributaria, conducen a reducir la capacidad de respuesta eficaz del Estado ante tantas necesidades sociales y de infraestructura para la competitividad en el mercado global, sindo por tanto, circunstancias que permiten establecer una mayor inconformidad con las políticas públicas que con sustanciales deficiencias ejercen los ministros y altos funcionarios del Estado.
La realidad que ya es imposible de ocultar es que el presidente y su pacto histórico no han tenido la capacidad de gobernar con eficacia y transparencia. Existen ministros y funcionarios de alto nivel que no han dado la talla y aún se enfrascan en insistir en posturas ideologizadas que estimulan, ya no el cambio prometido, si no que incitan irresponsablemente a la lucha de clases.
Los esfuerzos del presidente a nivel interno por estructurar una gobernabilidad que contribuya a solucionar buena parte de la pobreza y de las inequidades sociales, ha fracasado por su propia incompetencia y por insistir en reformas plagadas de resentimientos que en nada contribuyen a la armonía y la esperanza. Ello quizás expica el que se haya dedicado a pretender convertirse en un lider destacado a nivel internacional, cabalgando sobre el cambio climático y la lucha contra las drogas. En este escenario internacional viene perdiendo protagonismo por alinearse con países y movimientos extremistas que desafían a los países y economías que aún conservan un fuerte liderazgo en el concierto global.
La reciente elección de mandatarios territoriales y locales donde el PH como soporte del gobierno ha perdido importantes gobernaciones y alcaldías, lo ha llevado a formular una equivocada relación del poder nacional con las regiones, hecho político que sin duda alguna le empieza a pasar factura en el congreso, donde pierde capacidad de sostener mayorías que impulsen sus reformas y mejoren su gobernabilidad. En éstas circunstancias, corre el alto riesgo de terminar preso de unas mayorías legislativas con las cuales se vería obligado a transigir y hasta a renunciar a sus propuestas más importantes.
No obstante, el sistema democrático e institucional establecido en la Carta Política en la figura del Estado de Derecho, ofrece importantes alternativas para corregir el rumbo. Para ello, es indispensable que su llamado al Acuerdo Nacional, el cual hasta ahora no ha sido atendido por sus contradictores, gire hacia un consenso político franco y sincero donde se renuncie al enfrentamiento ideológico entre izquierda y derecha; el cual solamente genera polarización y extremismos; para pasar a construir acuerdos sensatos con los cuales el Congreso pueda avanzar en las inaplazables y urgentes reformas legales y aún constitucionales que comprometan la voluntad mayoritaria de la Nación. De lo contrario, el deterioro institucional y de las estructuras económicas y sociales de la nacionalidad colombiana irán inevitablemente hacia la anarquía, donde nadie gana y por el contrario, todos perderemos.