Alfonso Vélez Jaramillo
El presidente electo Gustavo Petro y su equipo de ministros, aún no han tomado posesión, mejor, todavía no son gobierno, ni han firmado algún decreto, sin embargo, reciben un desbocado garrote a diestra y siniestra, porque “no lo está haciendo bien”, como si todavía estuviéramos en campaña política, ¡qué horror!
Las críticas son necesarias, ayudan a gobernar y a clarificar caminos, cuando el ejecutivo escucha y pone atención, pero sobre hechos ciertos, no es de buen recibo por bochinches sin fundamentos.
Las diatribas sobre supuestos, parecen expresiones malhumoradas de quienes se resisten a creer que el pueblo manifestó su voluntad y determinó un cambio en la dirección del país, ojalá este cambio en Colombia, sea para bien de todos y, quienes perdieron comprendan que ganamos todos.
Cuando el NO le ganó al SI, Centro Democrático, el partido político del gobierno saliente nunca reconoció que la diferencia era de solo 50 mil votos, simplemente dijo ganó el NO, “ganamos” y se resistió a implementar el proceso de paz, porque según su muletilla “queremos paz con legalidad”, ni su moral lo permitía.
Pero si consintió con su visible indiferencia en los últimos 4 años, el asesinato de casi 7 mil personas catalogadas como líderes sociales, en un desdén impresionante por la vida del ser humano.
Ahora que perdieron el poder por más de 700 mil votos, reclaman el derecho “de los más de 10 millones que votaron contra Petro”, en un claro desconocimiento de la voluntad demostrada por el próximo mandatario de establecer en nuestro sistema político una real democracia participativa.
La democracia en Colombia solo existe en el papel y reposa sobre el principio constitucional de la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes.
Por esta razón, es importante el Pacto con todos los sectores políticos, pero que trabajen contra la polarización, y no sea de boquilla solo para recibir participación en el gobierno y por debajo de la mesa fomentando los ataques desmedidos y sin razón de sus “coroneles” y «coronelas» políticos.
El punto del conflicto en una democracia entre la legalidad, la legitimidad y la validez ética y moral de una decisión, tiene su regla dorada de la mitad más uno. La autoridad de la mayoría se confunde con la democracia, es innegable, pero no es del todo cierto.
Esta situación ha llevado muchas veces a los gobernantes a tomar decisiones, no siempre acertadas e impopulares, como ocurrió con la frustrada implementación del Acuerdo de Paz en Colombia, que, por solo 50 mil votos, la mayoría tomó decisiones contrarias a la disposición ética de una sociedad que quiere la paz, y por algo se la cobraron en las urnas.
Creo que Colombia es el único país del mundo donde ocurre este fenómeno, por solo 50 mil votos se pierde la oportunidad de hacer la paz, gracias a la miserable polarización. Y cuando se pierde por más de 700 mil votos “contra Petro”, si se reclama el derecho a insultar y renegar solo por odios engendrados por políticos.
Importante apoyar el Pacto por la vida del presidente Petro, para que exista una verdadera cohesión social y de paso la injerencia y control directo en futuras decisiones que puedan tomarse a favor de unos pocos y en contra de la mayoría.
Que trabajen buscando consensos democráticos a través de la participación, con sentido crítico constructivo, sin temor reverencial ante el poder, para evitar que lleguen quienes solo buscan su beneficio personal.
Por cuya razón quienes hagan parte de la coalición del gobierno deben comprometerse a promocionar ante sus bases la consolidación de la paz y la reconciliación, es decir si llega Uribe, Gaviria u otro dirigente, tiene la obligación de apoyar el consenso sin jugar a las tres bandas, como en el billar, como juegan la Cabal, la Valencia o pachito, por nombrar algunos.
