ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Luego de tantos ires y venires, los colombianos ya tenemos plena claridad acerca de lo que con tanta insistencia pretende obtener el presidente Petro con su estribillo del “poder constituyente del pueblo”. Modificar la Constitución del 91 a través de una Asamblea Nacional Constituyente, para consolidar los acuerdos de Santos con las Farc; implementar las fallidas reformas sociales que ha formulado a través del congreso; reformular la estructura constitucional y legal del territorio; y muy seguramente de ñapa, la reelección y/o la extensión de su período.
Cumpliendo la mitad de su mandato ha destapado las cartas. Reorganiza su gabinete y ajusta la cúpula militar, al tiempo que afianza a sus amigos más cercanos en posiciones claves como Hacienda y Defensa y posiblemente a Jaramillo en Salud.
Completa su ajedrez estratégico, abriendo de nuevo espacios burocráticos y de contratos a ciertos sectores políticos como los conservadores; liberales disidentes de la jefatura de Gaviria; la gran mayoría de la U; y divide a los verdes para asegurarse la mayoría de su bancada. Desde luego aumenta la mermelada de las pequeñas pero significativas bancadas de los socios del Pacto Histórico, con el fin de asegurar su lealtad con la causa.
En estas circunstancias, consolida suficientes mayorías en Senado y Cámara, en el clarísimo propósito de darle piso político al llamado Acuerdo Nacional; estratagema con la cual le apunta a la aprobación de la ley que convoque la Constituyente, para no viciarla de una eventual inexequibilidad en la inevitable revisión de la Corte; pero también para despejar las dudas de incertidumbre que ha provocado en amplios sectores democráticos su postura autócrata y pendenciera; jugando además con gran habilidad a tres bandas, donde incluye darle tranquilidad a los inversionistas nacionales y extranjeros para no debilitar más la economía; y la escasez de recursos fiscales de la Nación para poder financiar la mermelada que tanto seduce a los congresistas.
Su apuesta tenía que incluir al expresidente Santos representado por sus amplias cuotas en el gobierno. Los embajadores Prada, Roy Barreras, Benedety y Rivera, quienes gozan de las mieles de la diplomacia internacional pero que mueven sus tentáculos en el congreso. Son ellos, reconocidos santistas que impulsaron eficazmente el fraude del Marco Jurídico Para la Paz; la JEP; las curules gratis en el congreso; la Comisión de la Verdad y demás instrumentos exigidos por las Farc con jugaditas como el fastrack, haciéndole así el gran conejo al pueblo que votó mayoritariamente y de manera negativa, rechazando el tal Acuerdo en el plebiscito de octubre de 2016.
Desde luego tan hábil estratagema tenía que instrumentalizarse con el más avezado y fiel discípulo de Santos, como es el nuevo ministro del Interior Juan Fernando Cristo, para que cocine con su ladino y bien conocido cinismo el “ Gran Acuerdo Nacional”, con el cual se viabilizará el poder constituyente que tanto atrae al presidente Petro.
No es gratuito el que Santos ahora salga a considerar inviable la Constiuyente ni que Cristo haya cambiado su postura de hace apenas un mes. Son los bien conocidos payasos del gran circo en que han convertido la política en el gran mercado de la mentira, el engaño y la corrupción.
La mal llamada socialdemocracia criolla se ha juntado con los mejores exponentes de la izquierda radical, atrayendo con mermelada a ciertos conservadores que venden sus principios y convicciones por un palto de lentejas; con el prurito de reconstruir a Colombia bajo falsas promesas de igualdad, justicia social y paz; para desterrar esa derecha corrupta y oligarca responsable de todos los males que padece la Nación.
En este preciso contexto, el mayor trofeo sería condenar al expresidente Uribe por paramilitarismo, soborno a testigos y fraude procesal; tarea para la cual han traído a Mancuso ahora convertido en gestor de paz y a quien seguirán “don Berna” y demás extraditados por Uribe por narcos y paramilitares.
El escenario esta montado; los actores políticos principales han asumido sus roles; las disidencias; ELN; las bandas criminales y delincuentes de cuello blanco; han aportado sus libretos apostándole a la “paz total con perdón social”.
De esta manera es claro que, en el debate político que se vislumbra regresaremos al conocido maniqueísmo de amigos y enemigos de la paz; ahora total y con el vendaje del perdón social. Para consolidar la estratagema que hábilmente esconde el verdadero propósito de atornillarse en el poder, la Constituyente consensuada con mermelada y mucho derroche del presupuesto público; será el mecanismo que enfrentará a los colombianos para dividirnos y llevarnos a “vivir sabroso” como en Venezuela, Nicaragua, Argentina, Chile y Cuba.
Volverá también, entonces, la imperativa necesidad de apoyar de manera masiva, los postulados ya conocidos y probados de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social.
