No cesan los escenarios de terror que se están presentando en algunas regiones del país, por la ola incesante de asesinatos selectivos que han enlutado a centenares de familias durante los últimos años. En medio de la más profunda crisis social y económica que está atravesando la sociedad colombiana por la irrupción de la pandemia de la Covid-19, han vuelto a presentarse en algunos departamentos del país. De acuerdo con las autoridades del Departamento de Policía Huila, un nuevo hecho criminal ocurrió el día anterior cuando se recibió información por vía telefónica sobre un caso de homicidio registrado en la vereda Campinas, ubicada en zona rural de Algeciras, considerada una de las grandes despensas agrícolas que posee la región surcolombiana.
Las autoridades encontraron el cuerpo sin vida del señor Álvaro Farith Rodríguez Ortiz, inspector del municipio de Algeciras, quien, según los informes iniciales, presentaba impactos ocasionados por arma de fuego. Era un dirigente muy apreciado y reconocido en la localidad. Era considerado amigo personal del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien lamentó profundamente su asesinato, al igual que la Presidencia de la República.
De acuerdo con las indagaciones preliminares, con base en versiones entregadas por algunos habitantes del sector, la víctima se encontraba atendiendo labores propias del campo cuando llegaron algunas personas armadas y lo ultimaron salvajemente. Se espera que la comunidad colabore con las autoridades para esclarecer este crimen que tienen muy preocupadas las familias de esta localidad, por el recrudecimiento de estos actos de barbarie, que ya habían sido superadas desde la firma del Acuerdo Renegociado de Paz con las Farc.
Resulta francamente imposible comprender las verdaderas dimensiones de semejante noticias reiterativas con semejantes cifras: cientos de colombianos asesinados por cientos de colombianos, en medio de una guerra que sigue empobreciendo y enrareciendo todo a su paso.
Urge entender el fenómeno en toda su complejidad para así tener luces suficientes que permitan actuar con eficacia sobre sus raíces. Es urgente estructurar una estrategia que debe guiar el accionar gubernamental para contrarrestar este avance criminal que parece no detenerse. Hay que repetir, cuantas veces sea necesario, la tragedia que representa para esta sociedad que, no obstante, el rechazo expresado de mil maneras desde todos los sectores y las acciones emprendidas por las autoridades continúe la macabra racha de asesinatos selectivos.
Estos asesinatos, deben movilizar a las autoridades y a la sociedad en general. No hacerlo, es dinamitar los cimientos de la democracia, sino también abrir las puertas para que irrumpan quienes solo conocen el lenguaje de la muerte. La ciudadanía debe colaborar con las autoridades para prevenir cualquier hecho de violencia.