AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
El desbordamiento de la ansiedad por el capital ha terminado por ser la causante del desastre de la economía solidaria en nuestra región, y así lo ratifica y lo reitera el mismo Presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, al advertir cómo el manejo de la economía solidaria requiere fortalecerse y reivindicar sus postulados en el servicio social, en el ejemplo de las formas de acceder a precios competitivos y especialmente, no hacer coro con la acumulación de capital o el despilfarro por parte de sus directivos.
Qué lejos de la realidad está la respuesta del señor presidente de la Confecoop, en el sentido de que “Conformamos un movimiento social socioeconómico que está muy comprometido con el desarrollo en equidad de nuestro país, que acompaña a su mensaje de “paz total” y que tiene como propósito que las cooperativas y las empresas de la economía solidaria seamos reconocidas como gestoras del desarrollo humano con equidad para contribuir de manera eficaz a las operaciones del conflicto social, del conflicto armado, a la identidad y para avanzar hacia esa prosperidad colectiva que es el sueño de Nación y el propósito común”.
Desafortunadamente la experiencia y la realidad por parte de nuestra dirigencia cooperativa es otra. Es sintomático de una economía capitalista y de sobrecostos, los que estamos viviendo en muchas localidades de Colombia, donde los precios ofrecidos para los productos por esas cooperativas, superen con creces el valor de los bienes y servicios que se ofrecen en tiendas cooperativas y que a su vez, sus consejos de administración, sus gerentes o sus asesores, gocen de las formas de malversar los recursos de sus asociados en viajes, eventos o cualesquier otra actividad, que generan con la burocracia y el despilfarro, toda una sintomatología propia de lo que tanto hemos combatido en la sociedad del siglo veintiuno, como es las prácticas corruptas del capitalismo y del abuso de la economía de poder dominante en nuestra sociedad.
Si el cooperativismo no recapacita en su finalidad y no reestructura su organización interna hacia la consolidación de procesos verdaderamente solidarios en la economía, en el mercado, en la compra y distribución de productos para quienes contribuyen a su fortalecimiento o agrupación correspondiente, esas practicas y esas formas amañadas de mantenerse en el poder, gerencias y consejos de administración y juntas que las conforman, son contrarias al principio democrático que es elemento fundamental de la organización solidaria y de no darse esos cambios, no podremos dar el paso hacia una verdadera economía solidaria como fue el sueño de los creadores de la escuela de Rochdale, hoy desconocidos en sus principios que tienen que imponerse y que recuerdo con precisión: Control democrático. Neutralidad política, racial y religiosa. Ventas al contado, devolución de excedentes.
Pero como lo hemos sostenido y esperamos insistir más adelante, el control democrático es hoy por hoy, una artimaña de la cual se hace uso, precisamente para mantenerse en el poder, para mangonear con el y a su vez, para imponer el criterio capitalista y por qué no dictatorial. Solamente volvamos los ojos a la cooperativa que tenemos cerca y descubriremos que son supuestos lideres que se han perpetuado en las organizaciones generando daño hacía sus propios electores. Hoy, nos preguntamos, ¿de qué democracia se habla o se pregona en una COOPERATIVA, cuando todo se planifica para continuar en el poder y son unos pocos los que se exhiben en todas las cooperativas como asociados estrellas o visionarios de sus propias ambiciones?