Por: Javier Ernesto Monje Escobar
Este lunes inició en Cali la XVI Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, conocida como COP 16, un evento clave en la agenda ambiental global. Colombia, como anfitriona, tiene la oportunidad de posicionarse como líder mundial en la conservación de su riqueza natural. No obstante, resulta preocupante que muchos de los 196 países participantes no hayan cumplido con su compromiso de presentar planos concretos para alcanzar las 23 metas acordadas en conferencias anteriores, lo que resta seriedad a los compromisos y genera dudas sobre la capacidad de actuar frente a la crisis climática.
La biodiversidad es un privilegio esencial para la vida, y Colombia, como uno de los países más diversos del mundo, tiene la responsabilidad de protegerla. El país alberga ecosistemas únicos que no solo sostienen la vida de muchas especies, sino que también definen nuestra identidad nacional. Desde la imponente selva amazónica, pasando por los paradisíacos paisajes de Nuquí y Capurganá, hasta la joya caribeña de San Andrés Islas y los nevados que aún mantienen su capa de hielo, Colombia es un mosaico que requiere protección urgente.
El Amazonas, conocido como el pulmón del planeta, es uno de nuestros mayores tesoros y también uno de los ecosistemas más amenazados. Cada hectárea perdida por la deforestación representa un daño irreparable para Colombia y para el mundo. Sin embargo, la falta de cumplimiento de las naciones genera incertidumbre sobre su disposición a tomar medidas concretas. Si no cumplen con la entrega de documentos, ¿cómo podemos esperar que actúen de manera eficiente?
En las costas del Pacífico, Nuquí y Capurganá son ejemplos emblemáticos de la interconexión entre los ecosistemas marinos y terrestres. Estos lugares únicos no solo son vitales para la vida de las comunidades locales, sino también para la supervivencia de numerosas especies en peligro. Por lo tanto, sin estrategias de protección adecuadas, la degradación de estos sitios amenazaría tanto la fauna y flora como la cultura y el sustento de sus habitantes.
San Andrés Islas enfrenta un grave desafío debido al cambio climático; el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos están afectando los arrecifes de coral que rodean la isla, ecosistemas esenciales para la vida marina. En las altas montañas, los nevados, que todavía conservan sus glaciares, se encuentran en riesgo por el calentamiento global, lo que impactará el abastecimiento de agua de ríos como el Magdalena, vital para millones de colombianos.
El páramo de Santurbán, fuente esencial de agua para millones, está en peligro debido a la explotación minera y los efectos del cambio climático. Por otro lado, la Serranía de Chiribiquete, reconocida como Patrimonio de la Humanidad, sufre el impacto de la tala indiscriminada y la actividad ilegal. A su vez, el desierto de la Tatacoa, a pesar de su aparente aridez, resguarda una riqueza única que se encuentra bajo amenaza. La Sierra Nevada de Santa Marta, la montaña costera más elevada del planeta, alberga comunidades indígenas y especies exclusivas, pero también enfrenta graves riesgos ambientales.
El mundo entero espera que este grandioso evento se desarrolle de manera impecable, que los países asistentes coordinen los esfuerzos necesarios para actuar y cumplir, asimismo, que Colombia, como anfitriona, lidere con el ejemplo, garantizando la protección de su invaluable patrimonio natural. ¡Bienvenidos y éxitos en la COP16!