La reciente captura de alias “Satanás”, un individuo que afirmaba tener un pacto infernal que le exigía sacrificar a dos personas mensualmente y beber su sangre como parte de rituales oscuros, es solo la punta del iceberg en esta compleja y abominable realidad en el mundo criminal.
DIARIO DEL HUILA, PRIMER PLANO
Por: Alejandro Polanco
Alias «Satanás» es señalado como el presunto cabecilla del grupo delincuencial organizado conocido como ‘Los Andariegos’, y se le vincula con una serie de delitos en los departamentos de Huila y Antioquia. Según las autoridades, este individuo de 43 años obligaba a sus víctimas a unirse a su red delictiva dedicada al narcotráfico en los municipios de Gigante y Garzón, y aquellos que se negaban o no cumplían con sus demandas eran asesinados, desmembrados y enterrados en fosas comunes en zonas boscosas.
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Además, se le atribuye la presunta responsabilidad en la masacre ocurrida en octubre de 2023 en Abejorral, Antioquia, donde perdieron la vida dos hombres y una mujer. Alias «Satanás» también es señalado de despojar ilegalmente de sus tierras a campesinos y cafeteros en la región. Si bien la captura de este individuo ha puesto fin a sus atrocidades, su historia sirve como un recordatorio perturbador de las profundidades a las que algunos están dispuestos a llegar en su búsqueda de poder y control.
La magia negra ha sido durante mucho tiempo un elemento subyacente en el mundo del crimen. Desde amuletos y talismanes hasta conjuros y embrujos, los delincuentes han recurrido a estas prácticas con la esperanza de asegurar su dominio sobre territorios, protegerse de enemigos y ganar favor con entidades oscuras. Estas prácticas, a menudo envueltas en secretismo y misterio, añaden una capa adicional de terror y superstición a un mundo ya de por sí peligroso.
En busca de poder y protección
Los pactos con el diablo, aunque menos comunes, también tienen su lugar en este panorama sombrío. Se rumorea que ciertos criminales han sellado acuerdos con fuerzas oscuras en busca de poder y protección. Estos pactos, generalmente envueltos en un aura de secreto y misterio, añaden un elemento aún más inquietante a un mundo que ya está impregnado de violencia y corrupción.
Y es que más allá de las narrativas sensacionalistas y las leyendas urbanas, estos casos sirven como recordatorio sombrío de la complejidad y la oscuridad del bajo mundo colombiano. En un entorno donde la violencia y la corrupción son moneda corriente, las fuerzas de la magia negra y los pactos con el diablo se convierten en otra arma en el arsenal de los criminales, alimentando un ciclo interminable de caos y destrucción que continúa desafiando los esfuerzos de las autoridades por erradicarlo.
El fenómeno de la magia negra en el crimen organizado no es nuevo ni único de Colombia, pero su presencia y persistencia en este contexto específico han capturado la atención de la sociedad y las autoridades por igual. Los relatos de líderes delictivos que aseguran haber sellado un pacto con el Diablo para obtener poder y protección son moneda corriente en los círculos criminales, alimentando mitos y leyendas que se transmiten de generación en generación.
Estos pactos, a menudo retratados como un camino hacia la riqueza y el éxito en el mundo del crimen, son solo la punta del iceberg en un complejo entramado de creencias y prácticas que se extienden por todo el país. Desde rituales de protección hasta hechizos para dañar a los enemigos, los delincuentes han recurrido a una amplia gama de prácticas místicas en su búsqueda de poder y dominio.
Pero el caso de “Satanás” es solo uno de muchos. A lo largo de los años, se han documentado otros casos similares de individuos que han afirmado tener pactos con el diablo o practicar la magia negra como parte de sus actividades delictivas. Estas historias, aunque a menudo recibidas con escepticismo por parte del público en general, arrojan interrogantes sobre la intersección entre lo sobrenatural y lo terrenal en el mundo del crimen organizado.
El grupo de los Urabeños, por ejemplo, ha sido conocido por sus prácticas esotéricas. En un operativo en el que murió Roberto Vargas, alias “Gavilán”, segundo al mando de los Urabeños, las autoridades encontraron garras disecadas de un gavilán, usadas como amuletos de protección.
También en una operación adelantada en el Choco al mismo grupo criminal, las autoridades encontraron un cuaderno lleno de conjuros y hechizos destinados a proteger a los miembros del grupo criminal. Entre sus páginas había encantamientos para evitar mordeduras de serpientes, detener hemorragias y curar dolencias.
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Otros grupos criminales también han sido vinculados con el uso de la magia negra como una herramienta para intimidar a sus rivales y expandir su influencia, así como la santería, se sabe que sicarios de varios grupos criminales rezan a San Judas Tadeo para bendecir sus balas antes de cometer un asesinato. Este santo, protector de las causas difíciles o imposibles, se convirtió en una figura venerada por los criminales durante la bonanza marimbera y el auge del narcotráfico en los años ochenta en Colombia.
En un país donde la violencia y la corrupción son desafíos omnipresentes, la presencia de la magia negra en el mundo delictivo es solo una manifestación más de una realidad compleja y multifacética que exige una respuesta integral y un compromiso duradero con la justicia y la seguridad.
El caso de ‘Satanás’ y otros líderes delictivos nos han mostrado que la magia negra es más que una simple superstición; es una herramienta poderosa utilizada por aquellos que buscan obtener poder y dominio en el mundo del hampa. Sin embargo, también nos ha recordado que, más allá de la oscuridad, existe la luz de la justicia y el compromiso de construir un futuro más seguro y justo para todos los colombianos.