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Crisis del agua en Bogotá, ¿Aprendimos la lección del ‘97?

Abr 11, 2024

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Por: Santiago Ospina

La sequía de ansiedad que se apodera de los habitantes de Bogotá me recuerda a los tiempos grises de la pandemia. Las palabras del alcalde Galán sobre el racionamiento de agua han sacudido a la ciudad, sumergiéndonos en un mar de incertidumbre y discusiones políticas.

El racionamiento de agua no es algo nuevo para nosotros; en 1997 enfrentamos una crisis similar.

¿Acaso no deberíamos estar más preparados ahora?

La crisis de 1997 fue un simulacro comparado con lo que enfrentamos hoy. Hace unas décadas, un cúmulo de errores en la planificación urbana y la carencia de inversión en infraestructura pusieron a los habitantes de la capital a almacenar la mayor cantidad de agua posible en jarras y baldes.

Hoy la situación se agudiza por factores que no existieron en el ’97, al menos no en su misma medida. Un crecimiento poblacional explosivo proveniente de desplazamientos forzosos y falta de oportunidades, y un clima que parece haber perdido la cordura, resultado del cambio climático, hoy hacen de esta crisis un tema complejo de solucionar.

En aquel entonces, nos tomó seis meses salir de la crisis. Pero en esta crisis del 2024, el final es incierto. Y a diferencia de la última vez, donde la escasez se concentraba en la periferia de la ciudad, ahora nos encontramos todos en el mismo barco, desde el barrio tradicional hasta el corazón político del centro de la ciudad.

Según el Acueducto de Bogotá, las principales reservas de agua de Bogotá, ubicadas en Chingaza y Tominé, no alcanzan el 50%, y el déficit hídrico de la capital ya ronda el 40%.

Sin embargo, estoy convencido de que Bogotá no se convertirá en una Tatacoa. Hemos aprendido, al menos eso espero, que la planificación urbana debe tener en cuenta siempre la seguridad hídrica de la ciudad, así como la importancia de construir infraestructuras a largo plazo, que no nos dejen a secas.

Hoy, las respuestas son más contundentes que en ’97, pues el conocimiento y el presupuesto no son los mismos. La Planta de Tratamiento de Agua El Salitre es solo un ejemplo de cómo con inversión y visión, casi 2 millones de personas podrán seguir abriendo el grifo sin miedo y disfrutar de agua verdaderamente potable.

La sed de Bogotá es un llamado a no olvidar y a actuar con consciencia. La gestión del agua, más que una política, es una acción de supervivencia y agradecimiento. Debemos entender su valor y manejarla con el respeto que merece, esperando que las próximas generaciones no tengan que escribir un artículo como este.

Con un delicioso café Entorno, cultivado con métodos de reutilización de recursos hídricos, los saludo.

Santiago Ospina López

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