Diario del Huila

Cristo es la “puerta estrecha” de salvación

Ago 20, 2022

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La columna de Toño

Por el Padre Toño Parra Segura                               padremanuelantonio@hotmail.com

La impertinente curiosidad del que preguntó a Jesús por el número de los que se salvan obedecía a la preocupación de los rabinos sobre ese tema, pues creían que el Reino futuro era solamente para el pueblo judío. Oigamos a alguno de ellos: “Puede tenerse por hijo del mundo futuro, todo el que vive en la tierra de Israel, habla su lengua sagrada y recita mañana y tarde la oración del Shemá” (Rabí Meir citado por Lagrange, Le Messianisme pág. 169).

Cierto que los judíos fueron los primeros beneficiarios de la Buena Noticia en sus calles y plazas por la predicación, pero es también cierto la desconfianza y rechazo que tuvo Jesús aún en medio de sus paisanos para los cuales no pudo hacer milagros por su falta de fe. Entonces pasó a los pueblos paganos como lo anunciaba ya el profeta Isaías en la primera lectura de hoy con magnífica acogida: “Allá entre los paganos me glorificarán”.

El ofrecimiento de la salvación por parte de Dios supera los condicionamientos humanos y abarca todos los tiempos, razas, lugares y situaciones.

Aquí tendríamos una primera aplicación de la palabra de este Domingo 21 del año litúrgico. En la salvación no hay derechos adquiridos, privilegios, tradiciones familiares, grupos religiosos, ni palancas; la religión no “se hereda”, se vive y se experimenta con esfuerzo. Nadie puede alegar en su favor que comió o bebió el Cuerpo y la sangre de Cristo, o que hizo milagros. Sacerdotes, Obispos y el Papa no se salvan por el sólo hecho de ser consagrados. El único “aval” es el esfuerzo que sigue a la fe. Nadie tiene la exclusiva de la verdad para sentirse predestinado.

Quien es la puerta estrecha es Jesús mismo, lo dice Juan “Yo soy la puerta. . . el que entra por mí está salvo” (Juan 10,9). Las exigencias para entrar en el Reino son duras; piden conversión permanente y vigilancia, porque la otra puerta la de la perdición es ancha y muchos entran por ella. San Pablo nos explica en su Carta a los Hebreos la pedagogía que tiene Jesús para ayudarnos a pasar por la puerta estrecha: “corrige a quienes ama y castiga a sus hijos preferidos” por eso hay que soportar esa educación para andar por el camino recto.

Aquí viene otra importante aplicación del mensaje de Jesús: “tienen que esforzarse para entrar por la puerta estrecha”. No se da la salvación como un premio de consolación por servicios prestados; no basta ser amigo de un Obispo, de un Cura o pertenecer a un grupito de los milagrosos tan en boga hoy día. Tampoco la sola fe basta, convencidos de que Cristo ya pagó la deuda y nosotros debemos solamente esperar con el Maranhata, su venida gloriosa. Hay que esforzarse, es decir las buenas obras de que nos habla el Apóstol Santiago: “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá salvarlo la fe? . . . muéstrame tu fe sin obras, que yo por las obras te demostraré mi fe” (Santiago 2,14 y ss.) y pone dos nombres famosos  en el Antiguo Testamento, Abraham y la prostituta Rajab.

No nos salvamos solamente por nuestras obras lo dice Pablo en una de sus cartas,  pero el Señor nos dice hoy la necesidad del esfuerzo (obras) para que la conversión  sea completa. No hay sino una sola entrada al Reino y es a través de Jesús, puerta estrecha. Ojalá que entendamos entonces las dificultades y sufrimientos que debemos soportar para que el Señor no nos rechace, sino que nos reciba en su Reino.

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