El martes anterior se desarrolló por fin la anhelada reunión del presidente Gustavo Petro Urrego, con su homólogo de Venezuela el dictador Nicolás Maduro en el palacio de Miraflores, para dar inicio oficialmente de la una nueva etapa entre las relaciones comerciales y diplomáticas con nuestro vecino país. Los medios de comunicación a nivel internacional han coincidido que ante la crisis humanitaria y de seguridad en la región, la reapertura de la frontera de 2219 kilómetros es un imperativo y uno de los hitos más esperados luego del restablecimiento de las relaciones que había anunciado el presidente Gustavo Petro durante su campaña presidencial. Después de siete años de un bloqueo casi total, se inicia este nuevo proceso de hermandad comercial que nunca debió darse, por la tradición histórica que siempre se ha mantenido desde tiempos pretéritos.
La cumbre, a la que asistieron altos funcionarios de ambos países, se llevó a cabo pocos días después de la reapertura de la frontera entre ambos países. Y es clave para lo que se viene, como que el país vecino regresará a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y la recuperación de la frontera, que se abriría completamente el 1 de enero.
Para la comunidad internacional, no mira de manera positiva esta reanudación de estas relaciones comerciales y políticos. Pero hay que reconocerle el esfuerzo presidencial de concretar esta promesa, que va a redundar necesariamente en el mejoramiento del comercio de los municipios colombianos fronterizos y por ende en bienestar de las familias que residen en dichas regiones. Pero durante varios años fue recurrente la pregunta de cuándo tocaría fondo Venezuela. Sumida en una crisis política y económica atroz, esta nación vio cómo en la última década su aparato productivo se desmoronó, sus instituciones se resquebrajaron y un régimen profundamente antidemocrático como el de Nicolás Maduro se instaló en el poder sin la más mínima intención de que se produzca un relevo. Una dictadura. Así se convierte en una afrenta para el gobierno nacional.
Y ni hablar de la migración: cualquier medida que ayude a disminuir la intensa presión en la frontera de venezolanos, entre otros, será agradecida. Pero no todo son flores. Tal estado de cosas trajo postración y hambre. Más de seis millones de personas han salido del país en busca de un lugar en el mundo que les ofrezca alguna perspectiva de supervivencia y futuro. Era una situación signada por una inflación que llegó a ser del 13.060 % y un PIB que se contrajo un 83 % entre 2013 y 2021. Por tal motivo, no podemos confiar que esta situación se convierta en un proceso de mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad colombiana. Pero es un buen paso para la integración regional.
