Amadeo González Triviño
La polarización que vivimos los colombianos hace mucho tiempo se constituye en la razón de ser del manejo politiquero y rastrero al que hemos llegado y que nos ha regentado en todos los gobiernos de la mano con la criminalidad que se traduce en las manifestaciones de una violencia dispar pero encaminada hacia el exterminio del otro y de los otros, como fuente de todas las formas de corrupción que hemos vivido, que hemos patrocinado y que hemos favorecido a lo largo de una presunta “legalidad democrática”, no ha dejado escapar a la Comisión de la Verdad y es así como se vienen preparando sendos informes y trabajos por publicar por los sectores en conflicto especialmente de la derecha con el fin de desconocer el informe final de dicha Comisión.
No podemos negar que la fuente de esa polarización está centrada única y exclusivamente en el manejo de la impunidad y del crimen prohijada por la clase dirigente y que en el afán de protección del capital y de la economía de mercado por los operadores judiciales y por los entes de control y de vigilancia del Estado, en todas sus organizaciones o instituciones, han terminado por ser garantes de todo este proceso que hace inviable una reconciliación, una reparación a las víctimas y mucho menos, una paz total.
Pero muchos nos preguntamos: quién tiene la verdad para decirnos que los hechos durante los últimos cincuenta años han propiciado el desplazamiento, las masacres, donde debemos incluir 6.402 falsos positivos y el enriquecimiento de la mafia al amparo del narcotráfico y sus nexos con el Estado Social de Derecho, es una u otra. Cómo puede decirse retomando el informe Sábato de la Argentina, que la guerrilla fue durante un determinado tiempo, la causante de la inestabilidad social y política del pueblo argentino y que posteriormente fueron las dictaduras militares las encargadas de sostener, defender y propiciar toda forma de violación de los derechos humanos y en últimas la amnistía y la impunidad disfrazada de perdón y olvido, han sido suficientes para conocer y pregonar ese “Nunca Jamás”, que ha alumbrado a muchos en la búsqueda de una paz verdadera.
Lo esencial es que, gracias a la Comisión de la Verdad y su informe final, se ha destrabado en gran parte, esa historia oscura y nefasta que hemos vivido, esa historia de violencia generada desde el establecimiento y alentadas por los insurgentes que sobrepasaron el lindero ideológico de sus propósitos políticos, para igualarse con las autoridades del Estado de Derecho y sus fuerzas armadas, de inteligencia e institucionalidad toda en la criminalidad de la que hoy, seguimos siendo víctimas y de qué manera.
No es equivocado que se diga y se sostenga que este país es tan rico y tan milagroso, que ha sabido sortear todos los procesos de corrupción y de robo que se descubren a diario y que aún siga siendo económicamente fuerte para seguir soportando una clase dirigente corrupta y capaz de silenciarse frente a todos los comportamientos que han desbordado el ordenamiento jurídico, a sabiendas de que ese manejo del poder que detentan, es más que suficiente para no encontrar respiro y seguir en las mismas, sea el gobierno que nos regente, hoy o mañana, y que solamente podrá revisarse cuando haya una depuración previa con el cierre del Congreso de la República y de todas las formas de participación de la contratación en manos de quienes han propiciado los descalabros fiscales ya conocidos.
No podemos deslegitimar el informe final de la Comisión de la Verdad, como no podemos negar el deber y la obligación de analizar y estudiar los mecanismos de defensa que en una audiencia pública presenten los defensores de unos y de otros, o las versiones que los causantes de dichas tragedias quieran enrostrar o asumir frente a la realidad de este desastre que hemos vivido. Lo cierto es que ese Juez, que no es de toga y birrete, como los que todos conocemos, ese juzgador está representado en el dolor de sus gentes, en las víctimas, muertos y heridos, ciudadanos de bien que han terminado por ser simples víctimas y espectadores de una situación que les ha negado sus derechos y que los ha desconocido como iguales o con derecho al respeto y a la dignidad.
Pero nuestra polarización y el desconocimiento de la verdad, será la base para que, si no nos movilizamos y tomamos conciencia muy pronto de la verdad o de la necesidad de esa búsqueda permanente de verdad, seamos muy pronto sometidos de nuevo a vivir el escarnio y la afrenta que todos conocemos, cuando como borregos, volvamos a las urnas a elegir de nuevo a quienes han sido nuestros victimarios y verdugos y la derecha resurja de las cenizas para hacer trizas lo poco que nos queda.
La verdad es una sola, Colombia ha sido desangrada y la clase política sin distingo alguno, es la causante de nuestros grandes males, con aisladas y pequeñas excepciones.