Por: Carlos Tobar
Ahora que estamos en modo selección Colombia de futbol brotan todas las pasiones. Como buenos latinos somos expresivos. Si, además, le sumamos que es una oportunidad para desfogar las tensiones y frustraciones de una sociedad que tiene muchas razones para sentirse mal, es fácil entender el desbordado entusiasmo que ha generado el equipo de Lorenzo.
El domingo aterrizamos. No éramos invencibles. Pero, sí somos buenos. Se ha mejorado en la calidad del futbol que se practica. Se ve la seriedad del trabajo. Nada ha sido gratis: es el producto de un trabajo juicioso, metódico, constante bajo la batuta de un profesional a toda prueba que, afortunadamente, nos encontramos en el camino. Acompañado de unos muchachos que copiaron el estilo del director: sacrificados, sin egoísmos, dispuestos a trabajar, a colaborarse, insuflados por el amor a la camiseta que representa una nación.
Lorenzo, como los buenos líderes, lleva años con su equipo de trabajo conociendo uno a uno a los mejores futbolistas del país, integrándolos, capacitándolos en un estilo de juego moderno, integral, como los mejores del mundo, pero, dándoles una identidad propia. Los resultados están a la vista.
Hay que reconocer que en esta ocasión los dirigentes de la federación nacional de futbol han hecho un buen trabajo. Así como los hemos criticado en el pasado, hay que felicitar la coherencia con que han apoyado el proceso Lorenzo.
La primera lección es que ese estilo debiera servir de ejemplo para universalizarlo en este deporte de masas, y en todas las gestas deportivas que, son parte integral de la actividad física de la sociedad. Y, ojalá en todas las actividades sociales que realizamos.
El deporte como la vida es una secuencia interminable de éxitos y fracasos, de triunfos y derrotas. Lo inteligente es saber sacar las lecciones pertinentes para seguir avanzando. Cuando acertamos hay que evaluar las razones que nos permitieron el logro, cuando fallamos es más importante sacar las lecciones del porqué sucedió lo contrario de lo que esperábamos. Y, aun así, poder seguir en la senda del progreso.
Cuando nos proponemos algún objetivo, hay que empezar por planear el trabajo a realizar. Entendiendo que, todo es un trabajo que debe ser pensado. Es posible, que lo planeado exija ajustes, porque la vida es más rica que cualquier plan. Pero, no se pueden alcanzar las metas sin haberlas propuesto.
El trabajo de la selección de Lorenzo tiene ese plus. Es un proceso en donde el futuro se ve promisorio. Es la aplicación del viejo refrán: “el que trabaja no come paja”.
Finalmente, una reflexión sobre las derrotas. Hay que saber asimilarlas. No todo se acaba cuando perdemos. Si las entendemos bien, será, sin dudas, otro punto de apoyo para continuar el camino, aplicando el viejo dicho de que “la constancia vence lo que la dicha no alcanza”.
Neiva, 15 de julio de 2024