Terminó la era Trump, un exitoso empresario que llegó al poder sin ninguna experiencia en el sector público y con escasa formación académica para ejercer el liderazgo de Estados Unidos en el mundo. Fueron 4 años muy controvertidos en los que el hoy expresidente impuso un estilo de gobierno que correspondía a su personalidad de hombre de negocios, que poco caso hacía de los procedimientos diplomáticos para manejar las relaciones multilaterales y las bilaterales con los demás países del mundo.
Trump, que tiene seguidores, llegó al gobierno en representación de un sector de la opinión pública de su país que quiere que su gobernante se ocupe menos de la cooperación internacional y que la ayuda que ofrece su gobierno a otros países sea más dedicada a la atención de las necesidades internas de amplias capas de su población.
Por otro lado, retiró a su país del Acuerdo de París desoyendo las recomendaciones de autorizados ambientalistas, debilitó la alianza con la Unión Europea, le cerró las puertas a los migrantes, especialmente de América Latina; su actitud frente a la agenda internacional, en diferentes casos, fue hostil porque, según él, buscaba preservar los intereses de Estados Unidos. Pero el gran país del Norte no es un país cualquiera; tiene grandes responsabilidades con la defensa del sistema democrático y los valores de Occidente. Justo es reconocer que Trump estaba recuperando la economía de su país, que mostraba signos alentadores, hasta que sobrevino la pandemia que terminó siendo la piedra de toque de su gobierno porque le faltó adoptar medidas más oportunas y eficaces para enfrentar ese problema tan complejo.
Se acaba de posesionar Joe Biden, un dirigente político curtido en la faena parlamentaria y en asuntos internacionales. El segundo presidente católico de su país parece ser un hombre de firmes convicciones religiosas; en su discurso de posesión citó la Biblia y a Santo Tomás, y estuvo lleno de referencias a valores como la justicia, la paz, la seguridad. Su mensaje fue de tolerancia y unidad. Utilizó frases como, “lideremos con el poder de nuestro ejemplo, no con el ejemplo de nuestro poder”. También dijo “el desacuerdo no debe llegar a la desunión. Somos la historia de la decencia, del amor a la vida, de la esperanza, de la justicia”. Ese, por supuesto, es un lenguaje incluyente que es la aspiración ideal de toda sociedad.
Joe Biden llega al gobierno con mucha expectativa; tiene el compromiso de presentar una reforma migratoria, que no va a ser fácil sacar adelante por la fuerte oposición de algunos sectores de su país; lo mismo el regreso al Acuerdo de París para reducir el calentamiento global que está llegando a un punto de no retorno, según los expertos. También anunció el retorno a la OMS y tiene el reto de contener el posible avance de la mutación del virus.
Los ojos del mundo estarán pendientes de la posición que adopte el gobierno de Biden frente a países como China, Rusia, Corea del Norte, la Unión Europea, Cuba y Venezuela. En el conjunto de América Latina y en Colombia, en particular, haremos lo propio.